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Una dama bien vale un torneo

Más de 30.000 personas se congregaron en Hospital de Órbigo para contemplar las justas medievales del Paso Honroso y doña Leonor Una nueva moneda, la dobla, sustituye al euro en el mercado

Publicado por
Emilio Á. Prado - corresponsal | hospital
León

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Unas 30.000 personas asistieron ayer en Hospital de Órbigo a las octavas Justas Medievales del Paso Honroso, que evocan un año más los combates que en 1434 enfrentaron a varios contendientes llegados de media Europa con el caballero Don Suero de Quiñones. Según cuenta la tradición, este noble caballero, como gesto de amor hacia doña Leonor de Tovar, retaba a todos los caballeros que se dirigían a Santiago de Compostela y que debían cruzar el famoso puente de la localidad. Su pasión hacia la dama le llevó a hacer voto de ayuno todos los jueves y se colgó en el cuello una argolla de hierro que simbolizaba la esclavitud de su amor por Leonor, bajo el juramento de que sólo se desharía de esa penitencia si lograba romper, en el plazo de un mes, trescientas lanzas de caballeros. El coordinador de las Justas, Fernando Martínez, valoró positivamente el alto número de asistentes a esta celebración, que, desde 1998, está declarada de Interés Turístico Regional y que, a partir de este año, iniciará el proceso para lograr el rango de Nacional. Durante el torneo, varias decenas de guerreros medievales rememoraron los combates a caballo con el guardián del Paso, Suero de Quiñones, y sus nueve caballeros mantenedores que estaban encarnados por actores profesionales de teatro y cine, que realizaron escenificaciones de combates a caballo enfrentándose con sus lanzas y en los momentos de lucha cuerpo a cuerpo con sus espadas. Destreza ante la diana En este evento, los caballeros demostraron su destreza ante la diana y a lomos de sus caballos, ensartando sus lanzas escarapelas colgadas en este acto, que incluyó una exhibición de cetrería y estuvo ambientado con música medieval. El torneo estuvo precedido por un desfile de los caballeros con sus estandartes que, al son de gaitas y tambores, rindieron pleitesía a los personajes del rey Juan II y la reina Isabel de Portugal, que contemplaron los enfrentamientos junto con el numeroso público presente, gran parte del cual estaba disfrazado de época.