Diario de León

| Reportaje | Fiesta milenaria en Morilla de los Oteros |

Mil años con San Pelayo

Apenas quedan una treintena de habitantes en este pueblo de los Oteros, pero no faltan a la secular tradición de sacar al santo niño en procesión y encender la hoguera estival

El retablo cuenta la vida y martirio de San Pelayo y está pendiente de su completa restauración

El retablo cuenta la vida y martirio de San Pelayo y está pendiente de su completa restauración

León

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San Juan y San Pedro y, San Pelayo, en el medio. Así recuerda la tradición oral la celebración, el 26 de junio, de la festividad de San Pelayo, en honor a este jovencísimo santo de origen gallego (911-925) que fue martirizado en Córdoba por rechazar los apetitos carnales del califa y «poner por encima su amor a Dios». Los restos de este mártir fueron disputados por su valor simbólico y, si primero estuvieron en León, poco después fueron trasladados a Oviedo, donde descansan en la iglesia de San Benito. Si las reliquias de San Pelayo pasaron o no por Morilla de los Oteros es algo que se desconoce pero lo cierto es que este pueblo decidió dedicar su iglesia al santo y así se conoce su existencia al menos desde el siglo XI. Morilla de los Oteros mantiene, mil años después, la festividad de San Pelayo a pesar de que apenas viven en el pueblo una treintena de personas y que ya hace tiempo que desapareció la esperanza de recuperar la población de principios de siglo; hasta 276 habitantes llegó a tener en 1910. La fiesta atrae a las familias emigradas de este pequeño enclave perteneciente al municipio de Pajares de los Oteros y los reúne con los vecinos y vecinas de siempre en torno a juegos, concursos gastronómicos y la procesión con el santo, una pequeña escultura del siglo XVI, precedido por el pendón del pueblo, que fue restaurado hace unos años por las expertas manos de las Madres Benedictinas. «La costumbre de antes era poner juncos y espadañas en las calles para que desfilara la procesión», explica Francisco Robles, un agustino oriundo del pueblo que ha investigado con entusiasmo sus orígenes a pesar de que ejerce su oficio religioso en tierras de América, en Nicaragua. Como en todas las fiestas solsticiales el ritual religioso se complementa con el culto pagano al fuego. La hoguera de San Pelayo se encenderá esta noche con los restos de vides de los barcillares para saltarla cuando se haya convertido en brasas. Una reina mora Cuenta la leyenda que entre las gentes venidas desde Córdoba para repoblar las tierras de los Oteros, allá por los últimos años del siglo IX y los primeros del X, había una reina mora que habitaba en una cueva de esta terraza del Esla. Y así es como nació el topónimo de Morilla de los Oteros, en homenaje a su fundadora y dueña del caldero con monedas de oro que fue hallado, años después, entre los barcillares y las cuevas de la mora. Con leyenda o sin ella, lo cierto es que la antigüedad de Morilla de los Oteros está acreditada en documentos que hacen referencia a operaciones del monasterio de Ardón -año 932- y que los historiadores consideran su origen mozárabe ligado al apresurado movimiento repoblador de estas tierras a partir del cercano monasterio de Valdesaz.

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