Diario de León

Una mañana entre fauna salvaje

El pequeño pueblo de Valdehuesa, en el municipio de Boñar y al pie del Porma, alberga el mejor y mayor exponente mundial de animales naturalizados de todas las especies

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Enrique Alonso Pérez - león
León

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Cuando en febrero del año 1996 el presidente de la Diputación de León, José Antonio Díez y el doctor Romero Nieto, firmaban el protocolo de cesión de la imponente colección faunística del segundo y la contrapartida del cuidado, almacenaje y construcción de un edificio, por parte del primero, pocos sabían del alcance que llegaría a tener aquel acuerdo histórico para la promoción turística y cultural de una comarca deprimida, de una provincia falta de recursos y de una región en vías de desarrollo. Ocho años después, este pasado abril de un año compostelano y bisiesto, ha podido abrir oficialmente sus puertas al público este monumental museo después de salvar una auténtica carrera de obstáculos, siempre ajenos a la voluntad de una Fundación que nunca perdió el rumbo porque sabía que su proyecto era único y de un impacto asegurado para un largo 99 por ciento de quienes saben valorar el mensaje cultural y didáctico que inspiró en su momento la puesta en marcha de un museo que asombra a los que lo han visto y asombrará a cuantos se acerquen a disfrutar, aprender y meditar sobre el legado que nos ha regalado la Naturaleza a través de un hombre providencial y altruista, que es el doctor Romero. El propio presidente de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, avalaba el proyecto, presidiendo la inauguración abrileña acompañado por la cúpula de su Gobierno regional, la corporación provincial al frente de su titular, Javier García Prieto, el Rector de la Universidad de León, Ángel Penas y la alcaldesa de Boñar, Virginia Blasco, entre otros muchos. No es extraño que después de haber oído y leído durante estos ocho años las más peregrinas versiones sobre el dichoso museo, por parte de políticos de medio pelo, periodistas de oído y Verdes sin madurar, llegue uno allí con un cierto recelo a contrastar aquellas versiones con la realidad, rascándose el bolsillo para pagar religiosamente los diez euros de entrada, que se amortizan cumplidamente por aquello de que todo se mide y valora en la relación del precio/calidad. Pero la historia de este asombroso museo que va a orientar el futuro turístico de nuestra provincia, siendo un referente de primer orden, como ya lo es la cueva de Valporquero, tiene un trasfondo que sobrepasa los límites mencionados de la firma de protocolo de la Diputación Provincial y la Fundación «Dr. Romero Nieto». Para llegar a la ubicación actual, primero hubo que descartar otras ofertas suficientemente tentadoras como para no meditar sobre ellas: Madrid, Burgos y Zamora -la patria chica del doctor Romero- «pujaron» en cierto modo para que este poderoso reclamo quedase en sus circunscripciones respectivas. Vínculo familiar Pero la opinión de Toñi, la mujer de Eduardo Romero, inclinó la balanza hacia sus queridas tierras del Alto Porma. Romero, como buen observador del abrupto terreno que tantas veces había pateado en su infatigable oficio de cazador consagrado, recogió gustoso la idea de su mujer y comenzó a sopesar el proyecto para encajar en el mismo cuantas conexiones pudiesen ser necesarias a nivel institucional, tanto locales, como provinciales y regionales, ya que los terrenos en cuestión, que sumaban la bonita cifra de 218.832 metros cuadrados, se integraban casi por partes iguales en el patrimonio de la Confederación Hidrográfica del Duero y el Ayuntamiento de Boñar. Con esta extensión y la vecindad fronteriza del embalse del Porma, se aseguraba la otra gran ilusión de Eduardo Romero: la de establecer un entorno adecuado para complementar su proyecto didáctico con una zona adecuada para animales vivos de nuestra mejor fauna ibérica. Sí es verdad, que el perfeccionismo que emana de la figura del fundador, el doctor Romero, le llevó a diseñar para «su» museo, el más ambicioso modelo de acondicionamiento interior. Siempre con las miradas puestas en crear un ambiente donde las piezas expuestas, el marco que sirve de soporte y la decoración oportuna, estuvieran conjuntadas de tal manera, que el visitante medio, sin necesidad de unos conocimientos específicos, se sintiese transportado al habitat natural de las especies contempladas. Conjunto único Hoy, que la dimensión del tiempo ha quedado diluida y comprendida, ante la sorpresa y la magnitud de un conjunto sin precedentes, hemos vuelto y volveremos a quedarnos extasiados con la contemplación de la 25 salas que ofrece el museo, unas veces llenas de exotismo salvaje del Amazonas o del continente africano, otras reflejando el frío polar del Ártico, con sus especies más genuinas, en fin, un recorrido por los cinco continentes, donde pueden contemplarse los animales más representativos de cada uno de ellos, hasta llegar a la asombrosa maravilla del cromatismo que ofrece el mundo de los insectos, donde el visitante recibe el impacto, casi místico, de disfrutar con el contraste de unos doce mil ejemplares de antología, en el que las mariposas, los alacranes, las tarántulas, los escarabajos y los mil y un insectos de puro estudio entomológico, conforman la belleza de este caprichoso regalo de la Naturaleza. Fernando Robles, el primo de Eduardo Romero, afincado en el pueblo de Valdecastillo, fiel al proyecto desde el mismo comienzo y conocedor como casi nadie de la colección, nos acompañó como guía de lujo por todo el excelente recorrido. Ha sido una mañana bien aprovechada, pero aún así, no hemos llegado a tocar fondo, por eso, nuestra próxima visita será con la intención de quedarnos a comer en el espléndido restaurante integrado en el museo, visitar con detenimiento la galería de arte y llevarnos un recuerdo de los muchos y variados que ofertan en la tienda preparada al efecto.

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