¿Quién teme al viajero?

PARA FINALIZAR las fiestas astorganas de verano algunos cerebros resinosos han ideado que lo mejor era concluirlas con gran traca de fuego/infierno al estilo de las fallas o como hoguera de san Juan. Y así dieron en quemar a lo bonzo al imperturbable viajero de Sendo que durante estas semanas se ha llevado las simpatías, las admiraciones y las poses fotográficas de cuantos transitaban por la plaza que todos dicen de Gaudí, aunque el letrero diga de Eduardo de Castro. Para las autoridades civiles y policiales parece ser que se trata de una gamberrada, un acto vandálico o ese cajón de sastre donde se mete todo lo que de entrada no tiene pista lógica o luego ha de quedar impune. Hipótesis Sin embargo, en las pesquisas que los comarcanos lanzaban en sus encuentros de mercado, había alguna elucubración más imaginativa, incluso más lúcida. ¿Se trataba de una venganza personal contra el artista? ¿Podría ser obra de otro artista, una especie de celos profesionales desatados? ¿Tal vez esa estatua molestase a ciertos añorantes del monolito a los Caídos por Dios y por España que hoy yace en el cementerio municipal? ¿Quién sabía que esa noche la obra se iba a quedar sin protección policial? ¿Tienen algo que ver ciertos sectores fundamentalistas que consideraban una indignidad que ese viajero, que no peregrino, diese la espalda a la catedral y que en su maleta (lo único que se ha salvado de la quema) llevase rotulado: «He visto el límite de todas las MANIPULACIONES?» ¿Es cierto que la provincia ha sido durante los últimos días campo de acción de algunos grupos poco afines a la cultura y a la democracia y muy propicios a dejar su sello de barbarie? ¿Es una gamberrada actuar con alevosía, nocturnidad y mucha premeditación y preparación? La respuesta de la sociedad Estas y otras conjeturas más incisivas, algunas hasta señaladoras, corrían entre los puestos del mercado. No muy lejos, tal vez hasta participando en esos corrillos parapoliciales, pudieran encontrarse los responsables. Es labor de los investigadores dar con aquellos a los que tanto molesta el arte, la belleza, la impasibilidad de un viajero que estaba de vuelta de ver a tanto imbécil suelto. Además de esto es necesario que la respuesta de una sociedad libre y culta no se haga esperar. Nos adherimos a lo que ha sido la voz del pueblo durante estos días: que el viajero se quede entre nosotros para siempre, en bronce.