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| Retablo Leonés |

Ya no podrá «estar en Babia»

El catedrático de Lengua y Literatura, Guzmán Álvarez Pérez, el más profundo conocedor de las esencias babianas, murió en Holanda el pasado 14 de agosto a los 94 años

El palacio de los Condes de Luna en Riolago de Babia, lugar emblemático descrito por Guzmán Álvarez

Publicado por
Enrique Alonso Pérez - león
León

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Cuando hace unos días, en este mismo periódico, se publicaba la esquela que anunciaba la muerte del Emérito Catedrático de Lengua y Literatura de la Universidad de Utrech, Guzmán Álvarez Pérez, nuestro Retablo acusó la noticia con la nostalgia propia de quienes pierden un eslabón y una referencia puntual entre la vocación divulgativa del ser y sentir leonés y las fuentes que alimentan, nutren y dan contenido a esta vocación. El profesor Guzmán Álvarez logró a sus 94 años logró mantener viva su pasión por la enseñanza de calidad, el compromiso de un magisterio relevante y la proyección permanente de su sabiduría a través de las numerosas obras que publicó en su dilatada vida profesional. Había nacido en la «Babia de Suso», que dicen los antiguos documentos al señalar Babia de Arriba para diferenciarla de su homóloga «Babia de Yuso», o de Abajo. Cabrillanes, pues, tuvo el privilegio de ser la cuna de este ilustre profesor leonés que extendió por varias universidades europeas la cultura española, la identidad leonesa y los matices diferenciales de una región que nunca dejó de amar: la babiana. Profesor, leonés y babiano Por eso, con el sentimiento de su muerte, pero con el propósito de recrear su figura y la querencia filial que le distinguió hacia su tierra, este Retablo quiere dedicar tres pasajes del propio Guzmán, que le definen como profesor, como leonés y como babiano. Su documentadísimo libro sobre «El Habla de Babia y Laciana», que tiene una dedicatoria muy sugerente: «A mi madre, de cuyos labios aprendí los primeros sonidos babianos», se publicó por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, como tesis dirigida por el eminente presidente de la Real Academia de la Lengua Española, Dámaso Alonso, calificada con la nota de sobresaliente el día 3 de febrero de 1947. En esta obra, el profesor Guzmán Álvarez Pérez hablaba así de su región de origen: «Todos estos pueblos metidos entre montañas no viven aisladamente unos de otros. Sus propiedades se tocan y mezclan. En una gran vega de trigo de Torrebarrio hay tierras de Genestosa; en el campo de San Félix, las hay también de Torre y La Riera; en La Vega de Lalle se confunden los prados de Peñalba, Mena, Cabrillanes, Las Murias y Quintanilla, y así casi todos. Por eso sus habitantes recogen el pan y las patatas juntos, juntos siegan y acarrean la hierba, y bien cercanos unos de otros se ven corvados sobre el arado. Se hacen matrimonios con mozos y mozas de distintos pueblos, y esto desde tiempo inmemorial. Viejos y viejas hay de localidad distinta a la en que habitan; y los chicos frecuentemente van en época de guardería a ayudar a sus allegados, residentes en otro pueblo. Estas relaciones íntimas hacen una comunidad de pueblos con idénticas costumbres, con habla igual». La gramática, su vida Por último, y en relación con la que fue su dedicación principal y a la que se entregó toda su larga vida, la gramática, comentaba en su libro: «Este núcleo dialectal que encierra Babia tiene como característica general más acusada la conservación. Algunas formas que se encuentran registradas en documentos de los siglos X al XIII se hablan actualmente en Babia. Esta inmutabilidad del antiguo vocabulario apenas sufrió influencias extrañas. La fuerza innovadora del castellano, transformando sus vocablos a poco de nacer, no columbró estos collados tan altos. Sólo cuando Babia quiso pasearse por Castilla y Extremadura, sobre todo por la segunda, al lento paso de las merinas, importaron nuevos vocablos». Pocas influencias «Hasta los últimos tiempos, otras influencias apenas existieron: la de los segadores de hierba de Salas, o de otros puntos de Asturias, con la de los bercianos, segadores de pan, fue siempre escasa: el número de días que duran ambas siegas es muy corto, la necesidad de ellos no es, ni con mucho, en todas las casas; el roce, sumamente ligero. Su paso por la región más ayuda a conservar los fenómenos comunes que a imponer los suyos peculiares. La influencia de los «Indianos», que también es ancestral, tampoco deja grandes rastros; cuando vuelven estos antiguos moradores de la comarca, se les acoge con el afecto familiar, pero de su habla adquirida en las Américas, nada queda o muy poco; son ellos los que vuelven a los sonidos de sus primeros años».

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