Camino del techo de Ponferrada

Como hemos visto durante estos días, la ciudad de Ponferrada se presenta como un punto estratégico excepcional desde el que emprender numerosas excursiones a través de la naturaleza, el patrimonio arquitectónico y la etnografía. Su emplazamiento, a medio camino entre la montaña y la llanura, asentada a los pies de la muralla de los Aquilianos y con la vista puesta en la hoya berciana, la hace idónea para descubrir pueblos y aldeas de fisonomía recoleta y sugerente, y monumentos ocultos en medio del exuberante paisaje. En esta ocasión, el viajero puede dirigirse de nuevo a la zona de la Valdueza, extraordinaria comarca cuyos pueblos constituyen todo un símbolo tanto para la comarca como para todo el viejo Reino. Es el caso de Peñalba de Santiago, aldea que atesora en sí misma todas las señas de identidad y la personalidad de esta tierra nuestra de raíz medieval y castreña, y que se presenta como el paradigma del país cisastur, aldea-concejo-pendón-monte comunal, recuerdo repoblador, guerrero y cristiano; lugar de referencia sentimental y de obligada visita, emblema señero. Lo que Roncesvalles es a Navarra, Guernica al País Vasco, Santillana a Cantabria o Covadonga a Asturias, bien podría ser Peñalba a León. Pero estos valles no se agostan sólo en la perla escondida a la sombra de los míticos Aquilianos, milenario refugio de santos y anacoretas, sino que se extienden de Este a Oeste, del Campo de las Danzas a El Acebo, de Molinaseca a Priaranza; valles y vallinas que esperan, en su soledad, ser hollados y apreciados. Son decenas de paisajes diversos y hermosos a los que se aferra aún el recuerdo de lejanas épocas y donde resuenan todavía las leyendas y romances sobre los poderosos hechos de los altos guerreros, Carlomagno y sus francos, los reyes de León, las historias de los arrieros, los soldados y los mártires; esos cantares perpetuados una y otra vez en infinidad de veladas y filandones. Uno de estos recorridos, a modo de ejemplo, es el que conduce desde la urbe ponferradina hasta la estación invernal de El Morredero. A la salida de la ciudad podemos y debemos aprovechar para contemplar la que posiblemente sea la iglesia románica más antigua del Bierzo, Santa María de Vizbayo. Se encuentra en Otero, al lado mismo de Ponferrada en la falda del monte Pajariel, y para llegar a esta pequeña localidad hay que abandonar primero la ciudad a través del medieval Puente Boeza para luego tomar desvío a la derecha. El edificio consta de una sola nave con cabecera semicircular y bóveda de cañón; sus arcos de herradura rebajados nos hablan de una mixtura entre el estilo románico con antiguas reminiscencias mozárabes: se cree que data de finales del siglo XI. Lo que a continuación nos espera es una hilera de pueblos con un gran interés en todo cuanto se refiere a su arquitectura civil y religiosa; casas blasonadas, ermitas, iglesias, viviendas populares de losa y corredor de madera, con las cuadras en el piso inferior y la vivienda en el superior, recuerdo en su simplicidad de las antiguas casas techadas con paja de centeno; y otras más nobles y señoriales: así van pasando Villar de los Barrios y Salas de los Barrios, entre los cuales se halla Lombillo, Valdefrancos, San Cristóbal de Valdueza con su tejo centenario, árbol sagrado para los astures sobre un altozano en el que también se sitúa la iglesia, después Manzanedo, luego el desvío a Bouzas, colgado de la ladera y tenido como la última de todas las fronteras, y, regresando de nuevo a la carretera, accedemos al techo de Ponferrada y balcón de este país montuoso y replegado sobre sí mismo, guardián de tesoros, mitos y reliquias: hemos llegado por fin a El Morredero.