Diario de León
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MARTÍN MARTÍNEZ
León

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QUERIDO HERMANO: Espero que al recibo de la presente disfrutéis, todos, de buena salud. Por aquí vamos bandeándonos al resguardo de un sol de justicia que ya veremos cuánto nos dura; entre tanto se prepara la sementera, se da piedralipe al centeno y esperamos los Remedios; así cerramos el ciclo festivo detrás de San Froilán. Que lo disfrutes. Te diré que anduvimos inmersos en recreaciones napoleónicas, un empeño de Arsenio, que va a ser algo así como los prolegómenos de los Sitios, de lo que has estado informado puntualmente. Con ello se cierra una semana que podemos calificar de completa pues, climatológicamente, el otoño es astorgano, de paseo largo y paso corto; y con noticias gratificantes. El proyecto de la «Casa Panero», que en su día será sede de la cultura astorgana ha visto incrementados sus fondos; acaba de recibirse el legado del que fuera último Cronista de la ciudad, don Luis Alonso Luengo, también último miembro de la Escuela de Astorga, en torno a la cual nace ese proyecto que se quiere acoja todo lo relacionado con las letras de la ciudad. La familia de don Luis ha donado documentos de diversa índole, originales, fotografías y muebles; es de esperar que en otro momento podamos contar con la rica y escogida biblioteca; a ello seguirá otro legado, el del músico de la generación del 27, Evaristo Fernández Blanco, a la vez que prosiguen las negociaciones para conseguir el del patriarca de la Arqueología, don José María Luengo. Las vibraciones, como dicen ahora, no pueden ser mejores. Como han tenido buenas vibraciones, sintonía, desde el Ayuntamiento. Allá por el mes de abril Miguel Ángel lanzó la idea de aprovechar la oportunidad; se cumplen ahora los 50 años del Museo de la Catedral; como anillo al dedo venía la ocasión para que la ciudad tuviera un reconocimiento hacia su actual director, don Bernardo Velado, con el nombramiento de Hijo Adoptivo. El «Marcelo Macías» apoyó la propuesta ante una Corporación que tenía a todos sus miembros predispuestos; no solo por años de director del museo, que también, sino por un cúmulo de circunstancias y méritos que no caben en esta cuartilla para mencionar todos ellos. Mira hermano, de sus 82 años, 76 los lleva vividos aquí; nacido en Lois, a la vera de la «casa del humo» pasó al ubérrimo Rosinos y al histórico Alija para, a los seis años recalar en Astorga y formar parte de los Niños de Coro, ligándose a esa catedral que tanto ama y por la que tanto ha hecho, a pesar de ciertas trabas, todo hay que decirlo. Desde entonces, hasta ahora, Astorga ha sido su pasión, a veces su martirio que de todo ha habido. Estudió en el seminario en años de guerra y postguerra; doctorado en Salamanca, al incorporarse a su diócesis dejó al descubierto su espíritu renacentista; en el seminario que le formó impartió clases de Lengua, de Literatura, de Teología, de Arte, de Arqueología; y en el Instituto, muchos años, de Religión. Pero donde don Bernardo ha brillado con luz propia ha sido en la Liturgia, siendo Astorga gracias a él un referente nacional; en este campo ha destacado como uno de los más sobresalientes, siendo autor de numerosos textos que se leen y rezan en toda la Cristiandad; y ha introducido en esos textos litúrgicos poemas de Leopoldo Panero junto a autores místicos, lo que dice mucho en ese amor a la ciudad que le acogió de tan niño.

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