Vuelvo la cabeza al maltratador
VUELVO la cabeza al maltratador porque me ciegan los golpes que he visto en personas alienadas por la pezuña emponzoñada de la posesión. Vuelvo la cabeza al maltratador porque me duelen tantas costillas de Eva descosidas por el miedo y la humillación. Vuelvo la cabeza al orgullo negro de tanto macho podrido de peste asesina. Vuelvo la cabeza a la sociedad que se empecina en no sacar a ventilar esa sucia sábana intocable de apuntar con el índice de la ley al que se ha comido la vida de su compañera a sorbos de terror, sadismo y esclavitud. Hay que romper las lentes que nos ayudan a tapar las vejaciones de los demás porque mientras circulen adictos a creerse superiores y dueños de los demás, todos somos carne de cañón. Hay que afilar las lanzas y clavarlas en tanta hipocresía que rompe el círculo mágico de las buenas relaciones. Hay que afilarle las uñas al lobo de la furia para que convierta la impotencia de las víctimas en escudo protector y no deje que su sangre siga saciando la sed del asesino escondido dentro de tanto maltratador. Cada «Yo» como grano de arena que forma un todo llamado «Sociedad», debe concienciarse de que su aportación por pequeña que sea, es vital para ir borrando las huellas de todas las muertes que apuntan a un fascismo de género irracional. La Cazuela de Manuela de hoy quiere ser un homenaje a todas las mujeres y personas que sufren la amenaza constante de no volver a probar el pan duro de cada día a la mañana siguiente. Todos conocemos por desgracia a mas de una y de dos personas que se encuentran en el corredor de la angustia sin poder hacer nada por defenderse. Ingredientes: Todos los comentarios que podamos reunir al respecto de: «Si le daba por algo sería»/ Sociedad desde el kilómetro cero/ Máximo número de maltratadores posibles. Preparación: En el recipiente de la Sociedad ponemos un sofrito de comentarios a fuego lento y dejamos que se vayan dorando poco a poco, cuando ya estén totalmente dorados, echamos a los maltratadores y dejamos que se rehoguen para luego pasar todo al horno que habremos precalentado a temperatura máxima. Nos olvidaremos del asado y cuando sintamos que el humo del olvido nos avisa del desaguisado, sabremos que Pepe Botero ha calcinado para siempre uno de los peores cocidos a los que se enfrenta la sociedad.