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Las edades del lobo

La ronda nacional de la exposición sobre este temido animal permanecerá en Boñar dos meses y se baraja la posibilidad de criar una manada en una de las islas del Porma E

Recreación del ataque de tres lobos a un jabalí expuesta en el museo de la Fauna Salvaje

Recreación del ataque de tres lobos a un jabalí expuesta en el museo de la Fauna Salvaje

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Enrique Alonso Pérez - león
León

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El pasado día 9 de octubre, tal como recogía en este periódico el corresponsal de la zona, se inauguró en los salones municipales de Boñar, con la presencia del presidente de la Diputación, Javier García-Prieto, la exposición monográfica sobre el mítico depredador de todos los tiempos: el lobo. Ya el título completo que encabeza la muestra, Amigo lobo, leyenda y realidad del lobo ibérico , resume la intención reivindicativa hacia este cánido tan vituperado por la agresividad que pone en juego para estar a tono con el instinto de que le ha dotado la Naturaleza y asegurar su propia supervivencia y la de sus lobeznos. El hecho de que la exposición esté avalada por instituciones de tanto relieve, como la Universidad de León, la Diputación provincial, el Ayuntamiento de Boñar y el patrocinio de la Fundación Romero Nieto del Museo de la Fauna Salvaje de Valdehuesa, nos dice a las claras ese carácter reivindicativo que preside este escaparate lobuno. Sabemos, por haber vivido muchos años en la zona de influencia del amigo lobo, que es tarea difícil esta reivindicación, pues choca frontalmente con la bien o mal ganada fama que mantienen los lobos entre las comunidades ganaderas -trashumantes o estables-, los caminantes solitarios y los contertulios hiperbólicos de las veladas nocturnas en los populares filandones de invierno, que después de recitar con gran énfasis el romance de La loba parda , atribuían al lobo las más disparatadas actuaciones sanguinarias y le adjudicaban unos poderes sobrenaturales, hasta identificarle con el mismísimo Lucifer. La fundación Romero Solamente, el movimiento reivindicativo iniciado en los años setenta por el inolvidable zoólogo y naturalista, Félix Rodríguez de la Fuente, podía y puede tener un relativo éxito en prestar una imagen más amable de este animal tan perseguido. Por eso, y por no tener otras alternativas válidas, el mecenas y presidente de la Fundación Romero Nieto, del museo de la Fauna Salvaje, Eduardo Romero, alma máter de este proyecto, se puso en contacto con el continuador de la obra de Félix, Carlos Sanz, que tuvo el privilegio de compartir con el gran naturalista sus últimos -pero más fecundos años de realizaciones, proyectos, filmaciones...- hasta su desgraciada muerte en tierras de Alaska. Quiere, esta singular exposición, que en Madrid permaneció durante tres meses, desmitificar a un animal que ha sido sacado de su contexto real y desproporcionado en su ciclo vital, para encajarle sencillamente en una realidad que todos debíamos conocer, desposeyendo al lobo de esos poderes que la ingenuidad y credulidad de las gentes sencillas le atribuyen cuando su cercanía hace erizar el vello, o cuando en las noches de luna llena contagia y transforma a determinadas personas proclives a ejercitar sus aullido y sentir la atracción del sabor a sangre humana. Buceando un poco en la peripecia histórica del lobo, sabemos que entre los egipcios y los romanos el lobo era el símbolo del valor (no olvidar la leyenda de la fundación de Roma, en la que una loba amamanta a los gemelos Rómulo y Remo), mientras que en las leyes hititas se decía de un proscrito que «se había convertido en lobo». Es bastante general esa asociación con los furtivos, tal vez por la figura huidiza que suelen adoptar estos animales. Para los primitivos alemanes la boca del lobo era la puerta del infierno. Según Mircea Eliade, el gentilicio lucense -de Lugo- podría responder a una corrupción de «gente del país de lobos». Leyendas gallegas Galicia, no hay que olvidarlo, tiene siempre el lobo en su memoria. Aún hoy son frecuentes las batidas con el fin de acabar con un animal que se considera perjudicial para los intereses económicos del hombre. En Galicia quedan menos lobos que en otras regiones de la península Ibérica y, sin embargo, la presencia cultural es más fuerte.

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