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Un testigo defiende que durante una hora fue posible, pero las normas impiden la entrada al recinto

El Seprona asegura que dentro del campo pudo detenerse el fuego

Los ejercicios el 13 de septiembre fueron como «fumar en una gasolinera», según un perito

Una abogada del caso y dos testigos periciales que declararon ayer, en las cercanías del juzgado

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Javier de Vega - corresponsal /madrid
León

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De nuevo, la incidencia de la fuerza del viento que soplaba la mañana del 13 de septiembre de 1998 en la evolución del incendio que arrasó 3.000 hectáreas colindantes con el campo de tiro militar de El Teleno centró la mayor parte de las intervenciones en el juicio oral que se celebra en el Tribunal Militar Central de Madrid para esclarecer seis años después este caso. Ayer fue el turno de los dos miembros del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil que investigaron durante esa jornada y varias posteriores las circunstancias en que se produjo el fuego. En calidad de perito, un teniente de la Guardia Civil afirmó que haber realizado pruebas con munición real en El Teleno ese día fue como «encender un cigarro en una gasolinera». Y explicó esta metáfora añadiendo que en ese momento confluyeron todos los elementos necesarios para originar una catástrofe: «En primer lugar, por la ubicación de los objetivos sobre los que se disparaba, muy cercanos a los pinares de Tabuyo, más la sequedad del matojo que crece allí -de un 5%, declaró-, el viento que soplaba con dirección a los bosques, de 70 kilómetros por hora y, por último, la advertencia que ha hecho la Junta de la peligrosidad que entraña usar fuego real en ese campo durante todo el año, pero especialmente entre los meses de junio y octubre». En helicóptero Este perito sobrevoló en helicóptero el fuego cuando éste ya había llegado a los bosques de Tabuyo, y consiguió, previa autorización, examinar seis días después la zona de objetivos donde se originó la combustión. Según relató, el fuego se originó en una zona llana, y tardó una hora en salir de las verjas que delimitan el recinto, «una vez que abrasó literalmente dos estrechos cortafuegos que estaban llenos de matojos». «Después llegó a una ladera con algo de pendiente-aún dentro del campo- donde adquirió mucha más velocidad porque el viento soplaba muy fuerte en dirección a los pinos. Pudo haberla superado en cinco minutos, y después ya se hizo incontrolable por medios terrestres», analizó. Su investigación desvela que ya no era posible detenerlo sin bulldozers e hidroaviones: «Pasó por encima de un cortafuegos de 30 metros de ancho y no se hubiese frenado aunque tuviese 200. Entonces comenzó a propagarse de copa en copa, no sólo por la superficie». Respecto a los intentos vanos de quienes intentaron frenar las llamas en el pinar, el Guardia Civil advirtió que «fue una temeridad», indicó ante el tribunal.

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