¿Juventud divino tesoro?

POR DESGRACIA Jokin, el muchacho que se quitó la vida el pasado 21de septiembre a los 14 años, después de soportar durante meses el acoso de sus compañeros de clase no podrá contestar a esta pregunta pero seguramente en la respuesta no íbamos a encontrar la divinidad por ningún lado. Por desgracia Amer Al Fahr que a sus 16 años se ha convertido en uno de los kamikazes más jóvenes en la segunda Intifada, acosado por fronteras, religión, odio y dolor, tampoco podrán. Los jóvenes muertos al volante o a manos de conductores suicidas, tampoco nos podrán decir qué esperanzas de futuro tenían ni en qué ilusiones andaban envueltos o en que buenas obras estaban comprometidos. Por desgracia un menor de 13 años que puede llevar un arma más grande que sus intenciones y que aún no se ha aprendido que dos por dos pueden ser tres o dos o ninguno, tampoco nos puede contestar a la pregunta porque estará muy ocupado ensayando su puntería. Por desgracia las familias que se quedan sin ese ser querido no encuentran las explicaciones que les hagan tener un momento de sosiego y menos saben como ir escupiendo el vacío que trae el sol con cada nuevo día. Se han quedado sin su «Divino Tesoro» y no tendrán la oportunidad de intentar un nuevo pacto con la vida. La receta de la cazuela de Manuela es la juventud a la desesperada. Los ingredientes, jóvenes, adultos, gobiernos y religiones. Porque somos responsables de nuestros jóvenes. La preparación, en el horno enorme y ardiente de la sociedad (añadamos de consumo y poder), introducimos a los distintos gobiernos y religiones bien mezclados, habiéndolos depurado antes con el laxante del antipoder llamado igualdad (de este laxante conviene darles durante décadas hasta que veamos que todos se miden por la justicia). A los adultos y a los jóvenes los habremos rebozado con la harina del cariño y el huevo de la paciencia para hornearlos con el resto de los ingredientes durante el tiempo necesario y así no tener que volver a soportar la violencia, el desorden del consumo y la intolerancia, porque todos somos diferentemente iguales. Hay que añadir los que nunca han sido niños porque se han tenido que prostituir o vender al mayor postor. ¿Cómo contestarían ellos a juventud divino tesoro?