Diario de León

Felechares recupera sus valores

La singularidad de los pajares del pueblo se verá completada con la restauración de los corrales que la pedanía quiere reparar mediante subvenciones del programa Leader Plus

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Alberto Domingo - la bañeza
León

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Felechares de la Valdería quiere participar en el reparto del pastel del turismo rural, motivo por el que la junta vecinal promovió la recuperación del entorno de la ermita de Santa Elena, donde todos los años se celebra una multitudinaria romería y prueba de motocross. El proyecto recibió una subvención del Leader Plus, a través de la Asociación Montañas del Teleno -que la aprobó en diciembre del año pasado-, para financiar un 64,5% de los alrededor de 36.000 euros que contempla una actuación destinada a la recuperación de las edificaciones de piedra que en otro tiempo sirvieron para encerrar el ganado, el arreglo de unas fuentes y la instalación de riego en la pista de Motocross. La actuación, cuya licencia de obras salió a exposición pública en mayo y aún no ha empezado al no haberse concluido la tramitación de una licencia solicitada en el mismo mes, pondría en valor parte de los recursos que le pedáneo, Cesáreo Aldonza Turrado, posee esta localidad del valle del Eria. Felechares de la Valdería conserva una arquitectura tradicional y posee también una serie de leyendas que se pueden explotar a la hora de marcar determinadas rutas de senderismo. Las construcciones Empezando por el patrimonio arquitectónico, en Felechares se conservan los tradicionales pajares en los que la paja se introducía por el boquerón -ventana situada en la parte superior de la fachada-. La puerta se abría hacia fuera y disponía de una peculiar cerradura realizada en madera. De ese mismo material es la llave que se utiliza para poder pasar el cerrojo y conseguir la apertura. Pese a su primitivo aspecto y a que las llaves no tiene dientes sino guardas, el mecanismo funciona. Al menos para el profano en el arte de llevarse lo de que es de otros no hay forma de forzar la cerradura y abría que recurrir a serrar el pasador para entrar en una estancia en la que la mercancía o posee gran valor. Según el pedáneo, en los corrales se combinaban los cerrojos de madera con los de metal y éstos se corrían desde dentro, ante el evidente mayor valor de cada cabeza ganado. Varios pajares se han restaurado, con subvenciones de la Junta, según Aldonza. A esta curiosa muestra de arquitectura tradicional se une el incremento de la oferta hostelera desde el verano pasado. El pueblo goza desde el pasado mes de agosto de los servicios del restaurante El Molino Maquilero, en el que la iniciativa privada ha aprovechado el edificio que se utilizaba antes para moler el grano para este negocio. El molino abre todos los días en los meses de verano. Ahora atiende al público los viernes, fines de semana, fiestas y vísperas de fiesta, una fórmula que cada vez es más frecuente en ciertos establecimientos hosteleros del mundo rural. Restaurante y museo El negocio ha sabido explotar las posibilidades del edificio y no sólo conserva la maquinaria del molino intacta. Además, es posible observar la maquinaria del molino -desde el rodezno en el que cae el agua para moverlo- gracias a los cristales instalados con este fin, convirtiendo el restaurante, de alguna manera, también en museo. Una señalización de rutas de senderismo permitiría visitar el lugar en el que se levantó Tabarilla, poblado de origen medieval del que apenas quedan restos, y la huerta del tío Utrera, en el que cuentan, levantó éste la peña que lleva su nombre, para calzar, debajo de ella, una de menor tamaño. Un castaño de tiempo inmemorial y un diámetro que se abarca entre varias personas es otra de las curiosidades del pueblo. El numeroso público que atrae la prueba de motocross, que se celebra en la primavera de todos los años con motivo de la fiesta de Santa Elena, serviría para difundir los valores

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