CARTA TE ESCRIBO
Era un amigo
QUERIDO hermano: Así, visto desde aquí, el circo que habéis montado en León, más se parece a la carpa de Ángel Cristo que a un Ayuntamiento dispuesto a gobernaros. Están todos desquiciados, tienen perdido el norte y andan a mamporros con palos de ciego. Y así salen las cosas. Se me antoja que tanto el PP como el PSOE no son capaces de sacarse las orejeras y así les va. Todas las invectivas y denuestos con que se premian, unos a otros, es material viejo, pura chatarra y fuegos fatuos que deslumbran a los respectivos partidarios, pero dejan fríos a quienes ven -vemos - ese circo desde la grada, circunspectos e incrédulos. Porque los dos tienen el mismo ritmo, bailan al son que mejor les conviene y, como tigres en la jaula, se tiran a la yugular del contrario según, cuando y como suene la música. Ahora el PSOE habla de transfuguismo, de fiscalías, de firmas y acuerdos porque pierde la alcaldía, cuando en eso de los tránsfugas tiene muchas teclas que tocar. Y así vemos que en La Bañeza gobierna el PSOE, porque un tal Pérez dejó tirado a su compañero de escapada, se fue con los socialistas y nuestro amigo Palazuelo tomó la vara de medir, digo de mandar. Entonces montó el número el PP, el tránsfuga fuese con el equipo de gobierno y no pasó a más la cosa. Ahora hubo cambio de ritmo tocando el cencerro Rodríguez de Francisco, gran aficionado a desafinar en los conciertos, propenso a rascar bola y tocar la entrepierna de cuantos tiene a su lado. Lo de León es un festival al que nos tienen demasiado acostumbrados Pelines y sus ex. Por tanto, que ni los unos ni los otros, ni sirios ni troyanos se rasguen las vestimentas, ni se mesen los cabellos, que cada uno tendrá su turno, como estamos viendo. Lo peor de todo, es lo que te decía en carta reciente, que los leoneses somos unos pastueños. ¿Qué tal hermano? Por aquí andamos compungidos; la semana no ha podido comenzar peor. Sabrás que el martes despedimos a Naufer. Su corazón, aquel corazón generoso, tan amplio, tan abundoso que se le salía del pecho, no aguantó; estalló en ese camino tan suyo de Santa Marta y el Gaudí a la plaza Obispo Alcolea. Con la ausencia de Naufer, Astorga ha perdido el mejor embajador que la ciudad ha tenido y que cualquiera podía soñar. Desde la presidencia de la peña del Real Madrid paseó, con señorío, el nombre de Astorga por toda Europa; de Lisboa a Moscú, pasando por París y Munich; allá donde el Madrid tuviera un compromiso, en este último cuarto de siglo, Naufer era su acompañante. Y con Naufer viajaban cajas de mantecadas, muchas cajas que, generosamente, repartía en el avión, en el hotel, en el estadio. Astorga se hizo una costumbre en esos vuelos gracias a la generosa siembra de nuestro dulce por antonomasia que Naufer iba realizando. Si una radio pulsaba el ambiente anterior al partido, en Londres, ese astorgano universal estaba proclamando su patria chica: «Soy Naufer Fernández, de Astorga». Nada más. Eso en el fútbol. Que en los toros bien pueden hablar las plazas de Salamanca, de Sevilla, de Madrid, de Bilbao, cuyas ferias frecuentaba; por supuesto sin olvidar las mantecadas. El sábado 20, en Bilbao, durante un cocido maragato, Agustín Martínez, uno de los dueños del hotel Ercilla, cuna de la torería bilbaina, me encargó recuerdos para Naufer; porque el astorgano era asiduo de las tertulias que durante la feria se celebran en el hotel. No pude, hermano, transmitírselos. A las tres de la tarde del domingo, con el pie aún en el estribo del Ter, me daban la fatal noticia. Hace un rato, murió Naufer. Era un amigo.