Diario de León

La mayoría de los artesanos, a la espera de la jubilación

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Laurentino, que además de vivir para su oficio ha estudiado sobre su historia, recuerda con nostalgia cómo en la época del Marqués de la Ensenada había registrados 151 maestros tejedores en Val de San Lorenzo que en el año 1920 se convirtieron en 112 para reducirse, en 1968, a tan sólo 82. A partir de ese momento, la gente mayor se ha ido jubilando a lo que hay que sumar que los jóvenes no se han quedado en el pueblo. «Quedamos pocos artesanos en España que hagamos cosas de uso como las hacían nuestros padres y nuestros abuelos, pero todavía quedamos algunos», destacó antes de apuntar que su mercado lo componen personas de un nivel «cultural, etnográfico o ecológico» que le permite apreciar el valor de los objetos y su trabajo, al contrario de lo que sucede con el público general, que en su opinión no mira la calidad. El ejemplo está, según Laurentino, en que mientras una de sus mantas dura 70, 80 años o 100 años, «incluso limpié una en 1985 con fecha de 1881, los nuevos productos no poseen esa calidad, que a la vez sólo es apreciada por un público con un buen nivel cultural «no de saber sino de apreciar lo nuestro, lo auténtico» y compuesto por gente muy mayor, conocedores de la lana y de sus beneficios. Pese a la dureza de la tarea que desempeña desde siempre, Laurentino se muestra tan satisfecho que, aunque reconoce que aún le quedan más de doce años de trabajo hasta que le llegue la jubilación, piensa que es de los que se morirá trabajando. «Siempre he pensado que el día que me llegue la edad de jubilación me hacer lo que realmente me gusta, como probar tejidos, hilos, colores... pero sin agobios como hasta ahora», concluyó.

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