| Reportaje | Comienza la campaña de Manos Unidas |
Cara a cara con la realidad
Una médico brasileña recorre la diócesis para explicar la situación de exclusión social que padecen los habitantes de las favelas del extrarradio de Río de Janeiro, empobrecidos y víctimas de l
Regina Brazolino es médico y trabaja en colaboración con Manos Unidas en las favelas y los barrios más empobrecidos de la periferia de Río de Janeiro, en Brasil. Este fin de semana recorrerá diversos puntos de la diócesis para contar una historia que no por ampliamente repetida resulta menos trágica: el de la exclusión social de miles de desfavorecidos. Su voz enfrentará a los ciudadanos con una realidad que frecuentemente resulta lejana, y que Manos Unidas quiere contribuir a mejorar con sus proyectos solidarios y con su campaña contra el hambre recién iniciada. Brazolino, que no es religiosa, ejerce de coordinadora del equipo técnico de la asociación Solidaridad Francia-Brasil, y ve crecer cada día la desigualdad entre los habitantes de su país y de la zona en la que trabaja. Viviendas pequeñas, sin agua ni saneamiento, o en muchas ocasiones la ausencia de un techo bajo el que cobijarse, se combinan con la falta de centros de salud o de guarderías y transporte para llegar a las escuelas, y la escasez de oportunidades laborales. La situación se complica con tráfico y consumo de drogas, violencia y marginación, en una ciudad que suma, incluido el extrarradio, trece millones de habitantes, a la que llegan miles de desheredados en busca de una vida mejor que no suelen alcanzar. El papel de esta médico y de sus compañeros es amplio: trabajan tanto en la prevención y tratamiento de enfermedades como en la supervisión de las guarderías que atienden mujeres de la comunidad para que el resto puedan trabajar. Estos centros realizan también trabajos pedagógicos para preparar a los niños para afrontar su vida adulta, y labores de escolarización y talleres de música, pintura o teatro con los adolescentes, en el último caso con el fin de evitar que caigan en las drogas y se enfrenten al zarpazo que supone la vida en la calle. La violencia en ocasiones retrasa los efectos benéficos de esta colaboración, e incluso afecta a quienes la realizan, tanto porque la sufren en carne propia como porque atenúa su voluntad de continuar. La propia Brazolino tuvo en una ocasión una pistola apuntando a su cabeza, durante un enfrentamiento entre dos favelas que, por fortuna, no tuvo mayores consecuencias. Regina Brazolino confía en la efectividad de la concienciación de los habitantes de países desarrollados para paliar estos problemas porque «la solidaridad no tiene fronteras», apunta. Además, aboga por poner fin a la mentalidad competitiva de las sociedades actuales para favorecer, a nivel individual, que los más afortunados se pongan en el lugar de los más pobres para pensar qué pueden hacer por ellos, y porque sean los ciudadanos, y no los intereses de mercado, los que influyan en la capacidad de decisión de los gobiernos. Brazolino, de 47 años, será durante este fin de semana la voz del Sur que ayude a Manos Unidas a recaudar fondos para varios proyectos en países subdesarrollados.