Diario de León

CRÓNICAS PÉSICAS

Semana Santa en Laciana

Publicado por
PEDRO V. ÁLVAREZ COLLAR
León

Creado:

Actualizado:

TRADICIONALMENTE ANTAÑO, por estos perdidos valles abandonados de las manos de cualquier dios, la Semana Santa apenas tenía una trascendencia fuera de lo común. Los actos a celebrar eran los comunes a cualquier lugar, cosa rara si tenemos en cuenta que la celebración de la misma tiene una gran tradición en muchos lugares de la provincia, comenzando por la capital, León. El olor a velón y a incienso inundaba las iglesias del valle; los mineros confesaban y comulgaban antes de ir al tajo, casi casi por decreto, no fuera alguien a pensar que no eran católicos y no siéndolo fueran rojos. Pocos eran los que no practicaban, al menos de cara a la galería. Cosa por otro lado lógica, después de haber pasado una guerra donde los vencedores se impusieron a los vencidos. Los recuerdos de santos tapados con largos paños de color morado, aquellos olores, como digo, a cera de velón y incienso forman parte de nuestra memoria de un pasado en blanco y negro que forma parte de nuestra patria, que es nuestra infancia. Aquellos sonidos de carracas. La penumbra de una iglesia a medio iluminar, en oscuras tardes de marzo o de abril primaverales. Los miedos a tener que ir a tocar las campanas para la misa de madrugada y subir hasta aquel campanario oscuro, sin luz alguna y lleno de misterios y ánimas perdidas en busca del descanso eterno. Todas estas sensaciones surgen hoy, cuarenta años después de haberlas sufrido al tiempo que tecleo estas líneas. Pese a todo, la Semana santa era un periodo vacacional, corto, pero durante el mismo llegabas a casa y disfrutabas del calor del hogar, aunque las jodidas vigilias te obligaban a tragarte aquel pescado que no te gustaba ni poco ni mucho, sino nada. La de vueltas que le dabas sin poder llegar a entenderlas, a aquellas bulas que habían comprado para, pagando un pequeño diezmo a los representantes de dios en la tierra poder así comer carne otros días que sino también tendrías vetados. Con todo, la Semana Santa, sin ser la alegre Navidad cargada de nieves eternas, era un periodo de felicidad aunque desde los púlpitos te estuviesen siempre amenazando con arder en el fuego eterno. Hoy Laciana, al igual que el resto del país se ha desligado mucho de todo lo que signifique religión. Todo lo que nos fue impuesto en un momento dado, cuando llegan tiempos de bonanza parece como que se abandona con rapidez. La Semana Santa se vive hoy como un periodo del año en el que cambia hasta la climatología. Si no fuera por la procesión del Cristo de los Mineros en Caboalles de Abajo, el valle de Laciana apenas se enteraría de la época en que estamos. Con todo ello, posiblemente las casas rurales y los hoteles estén en plena ocupación, pues muchos son los que huyen de sus lugares de origen a la búsqueda de esa paz que por estos valles se puede llegar a respirar. Un servidor, como siempre hace en esta época de estrés, carrera y aceleraciones, no le queda más que recomendar a los que nos visiten que no dejen de subir a cualquiera de nuestras brañas, posiblemente con el deshielo, los prados ya se hayan llenado de un manto amarillo de gritsándanas. El contraste de las laderas, aún blancas de nieve pura, con el amarillo de las flores y el verdor de los prados cargados de esa suave humedad que deja la nieve al derretirse, posiblemente te llene las retinas de un espectáculo multicolor que en pocas ocasiones habrás experimentado. Al atardecer, cuando regreses a cualquiera de los pueblos del valle, métete entre pecho y espalda un montón de fisuelos con chocolate y luego al amor de la lumbre de cualquier chimenea déjate llevar por el sueño, no sin antes haber leido algo de Roberto González-Quevedo, Luis Mateo Díez, Julio Alvarez Rubio, o cualquiera de estos nuestros escritores que narran de lo cotidiano en nuestro mismo lenguaje.

tracking