La sanidad del impertérrito César
EN UN LUGAR de la provincia de León de cuyo nombre debo y tengo que acordarme, Cistierna, ha mucho tiempo que cientos de jubilados luchan por una sanidad justa. Y digo jubilados, porque es una comarca donde el mal hacer político y lacayuelo de los concejales y alcaldes de sillón blando, trasero duro y mollera descuidada han favorecido el desempleo y han dejado la zona ocupada en su mayor parte por un voto sumiso. Ese voto que antes fue joven, luchador y que ahora olvida que sus hijos y nietos aquí ya no tienen futuro. Mientras los de sillón blando campan a sus anchas por las barriadas de boina y bastón, luciendo traje, coche, gomina y piso en la capital, los mayores tienen que librar una batalla con el «César» de la Sanidad, el impertérrito Caesar de las Cortes vallisoletanas, que lejos de mostrar su dureza ante los sindicatos de la Sanidad, utiliza a las personas mayores de la montaña oriental leonesa para demostrar el frío carácter de quien gobierna. ¿Qué miedo puede haber en recibir a estas gentes ? ¿Quizá en el debate de esa reunión el consejero se percate de que tienen razón o descubra lo mal que funciona «su sanidad» en esta comarca? El encierro que se lleva a cabo en el centro de salud de Cistierna ha servido de lección para mayores y no tan mayores. Las continuas horas que llevan padeciendo en su interior han puesto en evidencia el mal estado de este centro de más de 30 años de edad, que está totalmente obsoleto y a la vez ha servido para controlar su funcionamiento y los datos reales de las urgencias que nada tienen que ver con los que maneja la Consejería de Sanidad. Y sin perder el hilo y volviendo de nuevo por los fueros y caminos del César, habría que recordar a la administración autonómica que hasta hace poco se barajaban, creo recordar, siete zonas de salud en la provincia de León, siendo una ellas Cistierna. Tema que ha quedado aparcado dado que su planteamiento no ha gustado a los sindicatos médicos. Lejos de mantener esa planteamiento sanitario el César trató de contentarlos y de la noche a la mañana decidió que los médicos recibiesen 2.600 euros anuales por recetar fármacos baratos. Decisión que fue acogida por los sindicatos con sorpresa porque este tema no había salido de ninguna mesa de negociación. Además esta prescripción barata no fue bien acogida por la Sociedad Castellana y Leonesa de Medicina de Familia y Comunitaria. Después de tan alto desembolso por parte de la Consejería de Sanidad se cerraron las puertas a más peticiones. Y he aquí que en todo este proceso de suavizar los gritos sindicales aparecen unas asociaciones pidiendo mejoras sanitarias mientras el César defiende en su foro de las Cortes «que no ha lugar a esas peticiones», sin ni siquiera haber visitado la zona o recibido a la gente. Tan sólo se ha fiado de quienes están colocados a dedo, que por otro lado, ¡qué van a decir! Por mucho que le disguste, como político se debe a la gente. A esa gente que en campañas electorales tienen por costumbre babearles el voto durante quince días, regalarles claveles y palomas, gorriones y rosas. Y a quienes ahora pretenden olvidar porque para su Consejería de Sanidad es más importante el dinero que la salud de los ciudadanos. Con cientos de jubilados encerrados, la honradez política tendría que ser la maleta.