| Reportaje | Ritos de la Somoza |
La tradición se torna en espectáculo
La ceremonia nupcial se revivió en cada uno de sus detalles, en un festejo cuyos fines son conservar las costumbres y convertirse en un atractivo turístico para la ciudad y la comarca
Eran otros tiempos y los pueblos de la Somoza celebraban a su estilo el ceremonial que rodeaba el rito del matrimonio hasta que el avance de los tiempos y los medios de comunicación las uniformaron con vestidos pro-novia y trajes del corte similar. Los maragatos vestían sus mejores galas para una ceremonia llena de significado en cánticos y gestos, cuyo contenido se refleja en las letras de las canciones y en detalles como el cambio del velo, una vez celebrado el matrimonio como tal: del blanco y de adornos sencillos de la soltería al de cuadros de las mujeres casadas. Cohetes, tamboril y castañuelas marcan el ritmo de la recogida del padrinos y del novio, en sus casas de portales enramados, con la paja del rastro que, en este caso, ya había desaparecido -no es lo mismo esparcirla en el pavimento del eje monumental que en empedrado de un pueblo-. La comitiva femenina se emplea en cantos en la recogida de la novia -se supone que nadie la ha hecho mujer-, a la que se llama niña hasta el casamiento y se le advierte de que, contraído el vínculo, ya no hay vuelta atrás: «Mira niña lo que haces / mira lo que vas a hacer /el cordón de oro torcido / no se vuelve a destorcer». Llegados al atrio de San Bartolomé -donde se supone que se celebró el presunto matrimonio- ya no había vuelta atrás. La novia lucía ya el pañuelo de casada y mantilla, de suerte que «por el sí que dio la niña / a la puerta de la iglesia / por el sí que dio la niña /entró libre y salió presa». Los ramos, de roscas y golosinas adornan la ceremonia y agasajan como regalos que son. Las amigas de la novia le piden que acepte el presente con cantos. Hasta este momento, la recreación de la boda maragata había sido un acto itinerante, al que el público había seguido con curiosidad y con cámaras de fotos. Los peregrinos del Camino de Santiago tuvieron la suerte de fotografiar un acto difícil de ver incluso para los habitantes de la provincia y fueron muchos los que participaron en el acto a los que se pidió permiso para fotografiar sus trajes. El cortejo llegó a la plaza Mayor, donde los novios y sus padres presidieron el resto de los actos.