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MARTÍN MARTÍNEZ
León

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QUERIDO hermano: Aguanta el tirón veraniego con la letra impresa. Que no es mal tiempo este del estío para la lectura. Mientras la solanera apabulla derritiendo la sesera, cabe el frescor del Buyeiro, en el salón umbroso o bajo las salgueras, acaboi de leer dos libros. «Con poco tiento» es la conjunción de poesía, cuentos, relatos, breves, ensayos y hasta pintura de una docena de leoneses, de nacencia unos, de adopción otros. Todos ellos capitaneados por Eugenio de Nora; de Cesar Aller a Catalina Seco, con situación alfabética, haciendo homenaje a dos tertulianos de «Arco Iris», Alonso Luengo y González Guerrero. Es continuación, un punto y seguido, de aquel primer producto que se tituló «División de opiniones» Aparte de la calidad de sus textos, la temática que no te explico para que lo leas, está implícita el título del anterior volumen; los diferentes criterios políticos, religiosos y sociológicos de sus autores no son obstáculo para formar un «corpus» literario a tener en cuenta. Creo que es para el 14 de agosto su presentación en Villamejil, en la Cepeda, la tierra de Nora y Rogelio Blanco. Y de un astorgano, querido, es el segundo. De Alejandro Martínez Gallo; «Una mina llamada Infierno» se titula. Gallo es aquel jefe de la Policía Local de Astorga, campeón de culturismo que encumbró a nuestra ciudad con la organización de campeonatos nacionales, europeos y creo que hasta mundiales; que sacó de su gimnasio a Arturo García, al que hizo campeón y de quien no he vuelto a saber más. Gallo, ahora, es el Jefe de la Policía Local de Gijón; debió quedar impactado con eso de la Semana Negra que cada verano desarrollan en esa bella ciudad asturiana. Te lo digo porque esta es la segunda novela que nos regala al más puro estilo de tal género; me gustaba más aquella denominación de nuestra juventud, de novela policiaca. El Bierzo es le marco geográfico escogido por Gallo para desarrollar la trama, con la negrura de la mina, las cacicadas empresariales, la especulación urbanística, los chanchullos financieros, el crimen organizado, la miseria humana al descubierto, el problema de la inmigración, los sindicatos y policías corruptos, la explotación del minero, la amistad incondicional, el amor y la ternura. Todos estos ingredientes afloran en esas páginas, de forma que la acción desborda todo lo imaginable, y engancha al lector. Tal haya ocurrido así porque los hechos que describe, en un muy alto porcentaje, han acaecido, son verídicos y contrastables. En Vega del Bierzo está el plano claro, preciso de Torre; las huelgas mineras, las explosiones de grisú, los derrabes y las muertes sucedieron; los atentados, voladuras y fechorías de industriales para eliminar a competidores andan aún por los juzgados; claro, encubiertos en pseudónimos, nombres inventados, pero fácilmente reconocibles por quien haya seguido la vida berciana. No encubre Ponferrada, Bembibre, La Silva o Manzanal del Puerto. Quizás engancha, porque a través de la novela se pueden revivir hechos que ya se habían anquilosado en la memoria; porque se recorren y se recuerdan acontecimientos que transcurren desde los lejanos años 60 al mismo 2004 que cierra el ciclo con el horroroso atentado del 11M. Tengo para mí que Alejandro soñó la mina, o tal vez la viviera familiarmente, cuyo mundo conoce a la perfección hasta en la variante técnica. Que la soñó y se metió en Infierno de la mano de su «alter ego», Trinidad Ramalho, portugués nacionalizado, boxeador en su juventud -¿o quizás culturista?- abogado y policía. Si quieres, hermano, hacer un repaso a los últimos 40 años de la vida berciana, con sus luces y sus muchas sombras, no tienes necesidad de repasar la prensa. Alejandro la da condensada en 278 páginas. Te lo recomiendo para estos días de infierno veraniego.

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