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El espectáculo se trasladaba en ocasiones a las gradas, en las que ambos pueblos mostraban su feroz rivalidad

Tres mil personas contemplan la lucha encarnizada en el circo romano

Los juegos astures, el contrapunto a la propuesta, mostrarán hoy pruebas de fuerza

Publicado por
Maite Almanza - astorga
León

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La vieja Astúrica Augusta se despertó ayer sacudida por el aroma de innumerables esencias y de hierbas curativas. Venían del mercado astur romano, en el que desde el mediodía los antiguos pobladores y los invasores se prepararon, en un ambiente de tensa calma, para la cita vital de la tarde. Las mujeres embellecían sus cuellos con joyas de plata o madera, y los hombres se aprovisionaban de armas, escudos o cascos que los convirtieran en un enemigo más temible para el bando contrario. Otros, quizás desdeñosos del peligro que acechaba, perfeccionaban sus conocimientos de tiro con arco -inservibles para la lucha posterior- o arreglaban sus cabellos en la peluquería. La mañana deparó un momento de cierto relajo, para que unos y otros, además de los numerosos visitantes que llegaron a la ciudad, contemplaran el concurso de aureanos en el que doce participantes se afanaban por encontrar, mediante la técnica del bateo, alguna de las trescientas pepitas ocultas entre la tierra. Un mercenario celta de Cartagena, de nombre Angel González, fue el absoluto vencedor al localizar 19 de los pequeños tesoros, y recibió de manos del caudillo astur, Sebius, una batea de madera adornada con una pepita auténtica. Pero la tranquilidad duró poco y, ya por la tarde, mientras astures y romanos se encaminaban hacia el circo, iba renaciendo la vieja rivalidad que pareció haber quedado enterrada el viernes por la noche, en el momento de la firma de la paz entre ambos pueblos. La entrada de sus respectivos cabecillas, el caudillo Sebius y el César Josefus Orologius I, fue motivo suficiente para que indígenas y colonos se abuchearan mutuamente, aunque callaron para escuchar sus discursos. El astur advirtió que su pueblo no había abandonado las armas y consideró la presencia romana en su territorio como una provocación. Su oponente, que fue interrumpido por plebeyos y esclavos al grito de «¡Ave, César!», anunció que Astúrica Augusta tendría unos juegos olímpicos en el 2006, y sin necesidad de que ningún pueblo votase para ello. «Que no cese la música, la danza, los buenos vinos. Así lo manda vuestro César. ¡Que comiencen los juegos!», ordenó. Recuperada la compostura con el inicio de las dificultosas pruebas, de vez en cuando en el sector romano de la grada sonaban gritos de «¡A por ellos!», que los astures respondían con un retador «¡Aquí estamos!», mientras mostraban todo su poderío blandiendo espadas, dagas y escudos. «¡Es astur el que no bote!» y otras lindezas por el estilo fueron calentando el ambiente hasta que comenzó una improvisada pelea ante las narices del mismísimo césar, en la que se vio implicada también su guardia, la Legio X Gémina. El enfrentamiento fue sofocado sin que corriera la sangre, y el público, unas tres mil personas, continuó viendo los juegos, que enfrentaban a dos equipos, la legio X y la legio VIII. Hacer rodar balas de paja, ensartar en una lanza aros tirados al aire, o correr portando una litera con un recipiente lleno de agua, fueron algunas de las salvajes pruebas que los participantes hubieron de superar. Entre una y otra varios jinetes astures mostraron sus habilidades para la doma de bellos caballos, que dejaron a los asistentes con la boca abierta. Después, cumpliendo el dicho de «Pan y circo», la organización distribuyó entre el público sabrosos bollitos con los que recuperar el aliento después de tan bravas demostraciones de los equipos. Al término de otras dos pruebas, una carrera de antorchas y la sogatira, astures y romanos volvieron a crear tensión practicando el último ejercicio, en el que los segundos demostraron su supremacía, no sin esfuerzo, en uno de los momentos de mayor tirantez del espectáculo. Después, la legio X se confirmó como el equipo vencedor tras superar la mayoría de las pruebas -aunque fue necesario un desempate mediante una carrera de patinete-cuádrigas-, y dio la vuelta triunfal al ruedo entre los aplausos del público, el caudillo y el césar. Una nueva exhibición de maestría en la doma equina cerró los juegos, y astures y romanos se relajaron disfrutando de varias cenas repartidas por calles y plazas de la ciudad. Sin embargo, hoy volverán a verse las caras en los juegos astures, que reunirán en la plaza de toros a las 18.00 horas a algunos de los guerreros más forzudos del territorio.

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