Diario de León
Publicado por
MARTÍN MARTÍNEZ
León

Creado:

Actualizado:

QUERIDO HERMANO: Así tenemos el nuestro los astorganos, roto. Cuando ya te había remitido la última, me daban la noticia. El corazón, ese inmenso corazón astorgano de José Antonio Carro Celada se rompió. Era el mediodía del 29 de julio de 2005, fecha fatídica, sí. No sé que tiene esta ciudad que buena parte de sus hijos, de sus mejores hijos, ha de despedirlos en fiestas. Recuerda, si no, hermano. En 1962, con las fiestas de Santa Marta, un infarto se llevó a Leopoldo Panero; en 1974, cerrando las mismas, un chopo traicionero se interpuso en la carretera de León arrebatándonos a Esteban, hermano de José Antonio. En plenas celebraciones de 1996 se nos iba, silenciosamente, Augusto Quintana, con quien los dos hermanos mantenían una amistad incondicional. Y ahora, cuando astures y romanos rememoraban siglos pasados, le tocó a José Antonio. No, ciertamente, no son días fastos los festivos para las letras astorganas. Con la inmensa labor que José Antonio tenía por delante, no creas que uno puede resignarse a tal pérdida. Porque ahora, libre de ataduras profesionales, con sólo 65 años, disponía de tiempo para la creación literaria, para cultivar esa poesía, tan arraigada, que nos ha ofrecido a retazos en «rondas» y «noches poéticas». Ahora, tendría tiempo para seguir hilvanando esa prosa limpia, serena, medida en todas sus palabras, llena de poesía y metáforas como solamente José Antonio sabía hilvanarla. En la Ergástula queda el texto de esa video con las figuras de Taumasto y Lyda, que es toda una breve antología del manejo del idioma, del uso de la palabra. Ya sé que lo has visto más de una vez. Pero algunos, hermano, no hemos perdido al fino prosista, al -permite que lo ponga- excelso poeta. Porque hemos perdido al amigo, al compañero, al colega, al consejero, al fiel guardián de las letras astorganas. Hemos perdido al amigo que, en cada venida a la ciudad, en verano, en Navidades, en Semana Santa, compartía café y copa y un solo cigarrillo que tenía que darle, mientras hacíamos en tertulia familiar un repaso a la ciudad en todos sus aspectos; hablábamos de proyectos y si se terciaba cortábamos algún traje, que tela había de sobra . Nos contaba los pasos del último proyecto que, una vez más, el Ayuntamiento le había encargado cual era la reedición de las obras completas de Panero; algo que lo traía ilusionado, encandilado, pues había de ser, te lo aseguro, un trabajo definitivo con la incorporación del largo poema «A Santiago». El anticipo puedes leerlo en las «Jornadas Jacobeas», editadas hace bien poco, donde nos adelantaba la importancia de ese poema. Pocos, por no decir nadie, estaba tan impregnado de la poesía de Panero y nadie podría hacer, como él, esa recopilación que al final no sé como ha quedado. Eran tertulias aquellas en las que yo le apremiaba para que de una vez nos regalara un libro de poemas, su faceta sin duda alguna la más sólida y menos conocida por el público. Siempre me daba largas; hay tiempo, me decía; deja reposar los versos; ya saldrán; es pronto; maldita sea. Y tienen que salir, hermano. Desde el «Marcelo Macías» se hará lo que haya que hacer; porque José Antonio, te lo digo así, rotunda y categóricamente, como poeta era inmenso; nos dejó sólo unos retazos, muestras aisladas que atisbaban lo que, desgraciadamente, ahora queremos que sea una antología. Sé de dos poemarios inéditos «Ceremonia de Sísifo» y «La ciudad sumergida» que esperaban el permiso de su creador para salir de los cajones. Su novela «Terminantemente prohibido» (también inédita) se basa en un hecho real, sucedido en los años que coincidimos de seminaristas. Algo hay que hacer, hermano. En la Corporación, me consta, también se habla de ello. Se lo merece, porque siempre fue un astorgano comprometido, cercano a pesar de la distancia, participativo y ejemplar. A él le falló el corazón. A muchos de nosotros, su ausencia, nos lo ha dejado roto.

tracking