CARTA TE ESCRIBO
La conexión Orense-Astorga
QUERIDO HERMANO: Sí, sí, recibí la tuya por la que veo sigues impaciente y cagaprisas como siempre. Espero que al recibo de ésta continúes con las mismas pulgas, síntoma de tu buena salud. La nuestra bien, a Dios gracias. No recibiste la mía de la pasada semana porque andábamos de congresistas por Orense, con el Císter a estudio, con buena presencia y conexión de Astorga; el presidente era Miguel Ángel, ese valioso inquieto que Astorga perdió a favor de Galicia. Don Bernardo Velado expuso una ponencia magistral, sobre las homilías marianas de san Bernardo, que encandiló al auditorio; aquella su postura de canónigo magistral -de los de antes- estuvo presente con casi una hora de charla sin un papel, ni siquiera una nota, hoy ya no se estila. Te digo que fue el pico de oro del congreso. Cuando se publiquen las actas tendrás oportunidad de comprobarlo. Había más presencia astorgana, pues en la sesión de clausura intervino monseñor Palmero; oye, hermano, no me soltó prenda de su próximo traslado a Alicante; el muy pillín no sé qué dijo de rumorología. Presente estaba nuestro obispo, y por supuesto fray Damián Yañez, diocesano de Morales del Rey; y presidiendo el solemne acto el que fuera rector del Seminario astorgano y ahora arzobispo de Santiago don Julián Barrio. Cada vez le veo más porte cardenalicio. Y aún más Astorga en Orense si vas a visitar, en la catedral, la magna exposición Camiño de Paz , que comisaría también Miguel Ángel. En absoluto tiene que envidiar a ninguna de las Edades en piezas, montaje y discurso expositivo. Entre otras piezas astorganas deslumbra la arqueta eucarística que en nuestra catedral se utiliza para el monumento en Semana Santa. Y te anoto el impacto que causa la Santa Faz de Monteserín, que regaló a los Redentoristas cuando el trágico desenlace de su hija Olga en Somiedo. Si en Astorga, o León, alguna vez se deciden a montar una exposición definitiva antológica de don Deme, ahí hay un cuadro de una pieza. Claro, hermano; se me enturbió la feliz estancia orensana porque el jueves nos comunicaban el fallecimiento de Leopoldo; otro al que agarrotó la enfermedad dejándonos huérfanos de su amistad entrañable; marcha sentida aunque últimamente esperada. Compañero, además de amigo, ha sido estos últimos casi cuarenta años; gracias a él, a su interés, a su trabajo, a su constancia el Centro Marcelo Macías salió de un pozo burocrático estructural que los legos en materia económica éramos incapaces de agotar, nos ahogaba. Su sentido de la caballerosidad, su sensatez, su don de la amistad son prendas que llevaba como bandera y suma naturalidad y que no olvidaremos. Tenemos, él y nosotros, un Gran Duque pendiente. Al regreso, el lunes, se encuentra uno con que el Teleno ardió; que se avivan las llamas de la disputa cívico-militar en torno a la idoneidad del campo de tiro; que tirios y troyanos vuelven a enzarzarse en peleas bizantinas, aunque las causas sean diametralmente opuestas a las de aquel desastre de 1998. Dicen los papeles, hermano que toda la semana pasada, ese monte al que cantara Leopoldo Panero, brilló en las noches como si de una immolación y ofrenda a Marte Tileno se tratara. Tal como brillan, lucen, restallan en colorido, rojo y oro, las dos vidrieras de la escalera consistorial. Benito ha atrapado, una vez más, como sólo él sabe hacerlo la luz de un cálido caleidoscopio para enriquecer nuestro Ayuntamiento. El mismo lunes, me acerqué para ver ese milagro que ha transformado esa puñetera y difícil escalera que nos legó un arquitecto cabezón. Ahora, subir o bajar esos peldaños tiene su aquel, su aliciente. Escarpizo lo ha conseguido.