| Reportaje | La igualdad llega a la alfarería jiminiega |
«Aún somos artesanos» «La continuidad está asegurada» El barro, en manos de la mujer «Dejaron de hablarme cuando ella aprendió»
Hace sólo veinte años se consideraba una deshonra que una mujer se sentara en el torno; en la actualidad, dos de las seis alfarerías que sobreviven en Jiménez las dirigen ellas
Cuestión de esta época o de la necesidad, lo cierto es que la tercera parte de las alfarerías vivientes de Jiménez de Jamuz -al margen del Alfar-Museo, templo de la tradición artesanal de este pueblo- están hoy en manos de mujeres. Isabel Martínez López y María Teresa García Celada están al frente de dos de los seis talleres de alfarería que quedan en un pueblo que, no hace tantos años -aún le falta tiempo para hacer el siglo-, llenaba vagones de tren con sus cacharros para venderlos en una buena parte del norte de España, desde Galicia hasta Navarra. Ahora, las dos son exponentes de un cambio en la artesanía del barro, ya que si bien la mujer colaboró con el alfarero en el baño y ornamentación de las piezas, jamás había modelado con sus manos el barro sobre el torno. Era ésta una tarea exclusiva del varón, por razón de su fuerza, ya que, según explica Esteban García, antes eran más las piezas de gran volumen que se trabajaban que ahora, en la que las más pequeñas han ganado protagonismo. La brecha De las dos maestras, ha sido María Teresa García la que ha abierto brecha en el sector. Regenta el negocio desde que se jubiló su padre, hace ahora doce años, pero ya con 14 años comenzó a aprender el oficio, etapa que se extendió en el tiempo «como una carrera universitaria», explica Menos experiencia suma Isabel Martínez, que se dedica a la alfarería desde el 2003, después de un año como aprendiz. Ambas coinciden en que la diferencia entre el hombre y la mujer en este oficio reside en la fuerza física. «En lo demás, nunca he tenido problemas», explica Isabel, mientras María Teresa apunta que «haces el mismo trabajo que un hombre y encuentras los trucos en los que apoyarte para sacar una pieza» que el varón logra por su fuerza física. «Es cuestión de práctica», matiza. Las alfareras de Jiménez, cuyos talleres se encuentran muy cerca uno de otro -a una acera de distancia- y al amparo de la parroquia, explican que es posible vivir de la alfarería, aunque «lleva mucho trabajo», muchas horas de dedicación, pese a que también en la alfarería el progreso facilite el manipulado del barro y su cocción. Pese a la mecanización, defienden que aún se trata de una actividad artesana, al menos en Jiménez. El trabajo y las raíces unen a Isabel Martínez y María Teresa García y, sin embargo, cada una entiende el negocio de una manera. La primera vende su mercancía casi de forma exclusiva en las ferias -atiende hasta diez citas anuales, todas en Castilla y León-, mientras que María Teresa recibe encargos de piezas concretas y dispone de un local en el que exhibe y vende sus creaciones. Como la mano de Dios modeló al hombre del barro, María Teresa e Isabel crean las piezas tradicionales y diseñan también modelos propios, contribuyendo a la labor creativa que, durante generaciones, han desarrollado los alfareros de Jiménez de Jamuz. Las alfareras Isabel Martínez y María Teresa García aprendieron el oficio de sus padres, José Martínez y Esteban García. El primero de ellos, ya fallecido, recibió hace dos años el homenaje de la Feria Internacional Artesanía que se celebra en La Bañeza con motivo de las fiestas patronales por su valía profesional. Esteban aún ayuda a su hija y recuerda cuando María Teresa se empeñó en aprender el oficio. «Todos los alfareros éramos hombres y que una hija se pusiera en el torno era una deshonra. La mujer no paraba en la alfarería: ayudaba a poner las piezas a secar, en el vidriado, en la decoración, pero en el torno no se ponía», explica. El artesano recuerda que «algunos me retiraron el saludo y dejaron de hablarme y me decían que a ver si no podía yo mantenerla». Pero aquello es ya agua pasada y Esteban García reconoce que «la mujer trabaja más que el hombre, pero no es igual que él», expresión con la que compara la constancia y tenacidad femeninas frente a la fuerza del hombre. El diseño En cuanto a la creación propia, Isabel Martínez reconoce haber desarrollado algún diseño nuevo y haber fabricado moldes en los que formar piezas. También imprime su carácter en piezas tradicionales, porque las diferencias en el moldeado, explica, no depende del sexo de la persona «sino de su particular manera de ser». A María Teresa no le importa pasar de alfarera a ceramista -«hacemos todo lo que haga falta», asegura-. Pero su padre, Esteban, señala que en el terreno de la creación ellas marcan el paso no sólo en la actualidad, sino también en otros tiempos, como lo demuestra el hecho de que la mujer se encargara de decorar las piezas. Isabel Martínez, de 29 años, considera que los alfareros de Jiménez «aún somo artesanos», pese a la irrupción de maquinaria en los talleres. Aprendió de su padre, José Martínez Peñín, y lleva al frente de su taller un par de años. En su opinión, las diferencias en una pieza no las marca el sexo de quien las tornea, sino su personalidad. Seis alfarerías quedan en Jiménez de Jamuz, cuando en otras épocas se contaron por cientos. Sin embargo, María Teresa García opina que la continuidad del oficio está garantizada, porque «somos todos bastante jóvenes». De 39 años, María Teresa, continúa la obra de su padre, Esteban, desde que era una adolescente.