CARTA TE ESCRIBO
Aguanta mis cuitas
QUERIDO hermano: Te ruego que vayas a la calle Fray Luis de León y des un fuerte abrazo a Conrado. Ya sabes, los bañezanos, a través de El Adelanto , han hecho justicia; casi mil firmas de la gente de a pie -Rosa al frente- pidieron para él la distinción de Bañezano del Año. Más que merecido se lo tenía, por lo cual no ha lugar a panegírico alguno. Repito la felicitación, extensiva a Charo, la sufridora. Y cuando doblas el calendario, echas un vistazo al pasado y encaras lo que queda, sin pesar eso sí, te percatas que esos dobleces se te arriman demasiado. Por ejemplo, querido; le metes un ñasco al turrón y un incisivo se te queda moviendo más que la carraca del molino rastrero. ¿Qué ha pasado? Nada; que ya no cumples los 20 y hay que arreglar el desperfecto; vas al odontólogo, al que antes decíamos dentista, y aún antes lo arreglaba el barbero del pueblo o le atabas un bramante y fuera; asunto arreglado. Ahora no; vas al odontólogo, u odontóloga; te saca el incisivo a la vez que el alma de la cartera; y te deja un fortacán de la leche por donde se te escapan las silbantes, palatales, fricales y toda la gramática. Y espera al día que decidas cerrar el fortacán. Bueno, hermano; pues este revés, con otros que no hay por qué citar, por aquello de que cada palo aguante su vela, son síntomas que nos proporciona doblar el calendario; y quedan por delante once meses y medio. Lo cierto es que el comienzo, burocráticamente hablando, ha sido un desastre. Fíjate si ha sido, que hasta tuve que acercarme esta semana a León como peregrino pedigüeño, con la tirria que uno le tiene a esos viajes. No me quedó más remedio, y con las prisas pasé de visitarte. Verás, querido; eso de andar enredado en asociaciones, que carecen de lucro, una de las ventajas que tiene es que puedes cabrearte sin dañar ni ofender a nadie. Te cabrea cuando buscas apoyos, que se dicen subvenciones, de los organismos que tienen cierta obligación de proporcionarlos. Ya te digo, son mis cuitas y si te las cuento es para desahogarme una miaja de las mismas; contigo puedo. Tú, es un decir, pides a cualquier organismo una ayuda de 3,50, que hasta para pedir uno es pobre, con la cual piensas tapar alguno de los muchos agujeros existentes. Después de equis meses, en los que las deudas de la asociación aumentan y no sabes cómo pagarás, te dicen que sí, que te dan la limosna de las 3,50, o acaso te la rebajen sustancialmente. Con cuya notificación te llevas otro berrinche. En esa comunicación te advierten que, a fin de hacer efectivo el cobro de la misma debes presentar uno, dos tres...hasta media docena, o más, de papeles; certificados, avales, facturas, proyectos, memorias, presupuestos, etc., etc. Cuando, pacientemente, has ido reuniendo todo ese cúmulo de certificados, mas contento que unas pascuas de Pentecostés, se los remites a quien corresponde, por si acaso en carta certificada. Y pasados otros meses, por carta certificada, en la que crees llega el cheque para cobrar te avisan: Que si quieres arroz para la pita, en el plazo de diez días -de lo contrario es que renuncias a la subvención- has de presentar un certificado de Hacienda, un certificado de la Seguridad Social y su Tesorería -que te obliga a viajar -, una certificación del patrocinio, otra certificación justificando las facturas cuyos originales obran en su poder desde la primera remesa de documentos; ah, y que un notario, o cierta autoridad administrativa, te certifique no estar incurso en el artículo 13 punto 2 de la Ley General de Subvenciones, la cual habrá que leérsela. No fui de la ceca a la Meca por lo que ocurre en las cercanías de la Piedra Negra, pero sí anduve del caño al coro acarreando documentos. Creo que haya terminado la peregrinación y que den un respiro a la asociación.