La ciudad celebra la procesión de San Blas, protector de la garganta

San Blas abandonó ayer su hueco en el retablo de la Parroquia de Santa María para salir en procesión por el centro de La Bañeza. Las campanas tocaban a gloria, mientras se interrumpía el tráfico para que el protector de la garganta y los miembros de la cofradía revivieran una tradición que, en La Bañeza, se atribuye a los gremios de los tejedores, bordadores y cardadores (el sector textil de entonces), además de a los laringólogos. Como es habitual, en la misa que siguió al desfile se bendijeron las cerillas -pequeñas velas-, que sanan la garganta. En la actualidad, en la Cofradía de San Blas se cuentan hasta setenta hermanos, si bien el número máximo se amplió hasta los ochenta -estuvo fijado en el medio centenar de hombres-. La documentación que se posee sobre esta hermandad bañezana se remonta al siglo XVII, en cuyas crónicas aparece ya como organización asentada. La repostería Además del lunes siguiente al de la fiesta litúrgica, la imagen de san Blas salía también en situaciones de peste o sequía y, hasta hace pocos años, también se procesionaba en el mes de junio, por lo que los cofrades eran tachados de bulliciosos y limosneros. Durante las procesiones se entregaban las roscas y pastas del santo.