Diario de León

| Reportaje | Sábado de Piñata |

El refugio de los carnavaleros

El desfile de Piñata acoge a un buen número de grupos de la provincia que tratan de ganar unos días más de juerga y escapar así de los rigores que impone la austera Doña Cuaresma

Ni Velázquez ni sus Meninas se quisieron perder el desfile del Sábado de Piñata

Ni Velázquez ni sus Meninas se quisieron perder el desfile del Sábado de Piñata

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A. Domingo - astorga
León

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Carnavaleros de toda la provincia se refugiaron ayer en el maternal y juerguista regazo, de pechos generosos, de la Piñata, huyendo de las austeridades que, desde el Miércoles de Ceniza, quiere imponer Doña Cuaresma. Al incinerar la sardina en La Bañeza o León, muchos se miran con lágrimas de cachondeo en los ojos y se dicen «siempre nos quedará Astorga». Burlando las prohibiciones y resucitando el espíritu del viejo Don Carnal -tan viejo como el hombre-, la augusta Astorga se llenó de grupos que desfilaron a lo largo de más de dos horas por toda la ciudad, ante un público que llenó el recorrido para ver pasar a una serpiente multicolor que no es, precisamente, pelotón ciclista, pese al paquete de torero de las Mujeres Progresistas de San Andrés del Rabanedo, vestidas de maestro y acompañadas de bravos toros, banderilleados en todo lo alto. Y la juerga no era para menos, pues grupos que superaban el medio centenar de personas bailaban al ritmo de las charangas, desde el primero, de la Ludoteca Municipal de Astorga, hasta el último, una fuerte de cutre Fernando Alonso, con monoplaza de quinta mano o chatarrería pasada de moda. La sucesión de charangas de la organización y de grupos musicales propios de quienes formaban el gusano de colorines, llenaron de música las calles de una ciudad. Sonido y color se combinaron con los viejso y sólidos monumentos de Emérita Augusta, pese a la resistencia de los galos de Asterix y Obelix, acompañados de su druida de blancas y largas barbas, por lo de preparar la poción. Si monumental es Astorga, también lo fue su desfile y hasta las vidrieras de la catedral de León, e incluso todo el edificio gótico, precedido de una hilera de pináculos, de las cigüeñas que anidan en ellos e incluso de los cuervos que se refugian en la cubierta del templo, se atrevieron, al amparo de la madre Piñata, a riivalizar en hermosura con la seo astorgana, malherida por el desprendimiento de una cornisa de su torre rosada. La madre naturaleza también se paseó con gracia, como en el caso de las mariposas, maripositas y algún que otro mariposón -por su condición de macho y dado su gran tamaño, y no por invertido- de Meizara. «Fumar mata, lo dice Mercedes Milá», prevenían unas demagogas cajetillas de tabaco. Mientras, los personajes de pinturas de Goya, Picasso o Velázquez escapaban de sus lienzos -las meninas, por ejemplo-, y una pequeña bruja trataba de barrer el confeti acumulado sobre el asfalto.

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