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Publicado por
MARTÍN MARTÍNEZ
León

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QUERIDO hermano: Andamos en la Pascua florida. El próximo sábado será Santo Toribio en San Justo, aquella romería que ya no volverá. Sospecho que hogaño, hasta el crucero, subirán como estreno la bandera municipal, y los ediles lucirán en el pecho la medalla con que ya cuenta el municipio. Entre tanto aquí, al pobre y santo obispo no lo dejan parar; por un quítame allá esa feria, esa boda, o lo que sea, marean al patrono; así que este año lo pasaron como fiesta local para el mes de junio, en el que tendrá lugar la nueva edición de ExpoAstorga, y por ende habrá, el domingo que es 11 de junio, la procesión de la Zuiza. Ya te contaré. Hermano, hemos despedido el día 10 a Angelito Herrero, un señor en el extenso sentido de la palabra, un caballero donde los haya, de los que no abundan, un astorgano de cuerpo entero, un amigo. Se me fue una de mis fuentes de información, un pozo de sabiduría, que a sus 87 años conocía todos los entresijos, los mejor llevados que he visto. Desde hace años, muchos años, estábamos convocados, y en cada encuentro repetíamos la convocatoria, para que me desgranara sus vivencias del Hotel Moderno, consustancial a la vida de Astorga. Y las de la propia ciudad. Como sabes, Angelito iba para abogado en aquel Madrid del 36 que dejó, providencialmente, al aviso de su hermano; la guerra primero y la muerte de Aureliano, de inmediato, lo obligaron a hacerse cargo del Moderno; con mano diestra lo llevó hasta aquel aciago incendio. Fue su vida, su pasión, su martirio, y su gloria, con toda la parentela en derredor. A menudo me hablaba Angelito de los huéspedes ilustres que por allí pasaron; alguno se olvidó de pagar, decía con picarona sonrisa que disimulaba bajo su fino bigote. Me hablaba de aquel político belga, León Degrelle, al que reconoció en una mesa del comedor, con quien conversó y hasta le firmó uno de sus libros. Me hablaba de la estancia de Gerardo Diego y familia; de Pérez, el rico mejicano, cliente asiduo de largas temporadas; de aquel cura castrense, don Celestino, que era uno más de la familia; de gentes de la farándula a su paso por Astorga, y de muchos más. Aun de los que no pagaban hablaba bien Angelito. Él me constató el nacimiento del cocido maragato a la actual usanza que ya te he contado en alguna ocasión y no es el caso repetir; me hablaba de aquellos famosos banquetes en los que oficiaba de maestro de ceremonias, o los ágapes servidos a un montón de generales en la arboleda de Estébanez, en el transcurso de unas maniobras. Me hablaba, con entusiasmo, admiración y respeto, de la visión certera que su padre, Antonio Herrero, tenía para los negocios. No dejaba de lado de informarme de sus veintitantos años en el Ayuntamiento como concejal y teniente de alcalde muchos de ellos; de aquel viaje a Cádiz, casi rocambolesco, en un tren de tercera porque José Fernández no consignaba gastos de representación, para botar el petrolero Astorga. Y no me habló más Angelito porque fui un necio y no supe aprovechar el tiempo; creía que Angelito era eterno. Lo creía eterno porque era un vitalista. La muestra ahí la tienes. Llegó este otoño a nuestra ciudad la llamada Universidad de la Experiencia; Angelito con 86 años cumplidos se matriculó; era el veterano, el más interesado, el más inquieto, el más participativo; ayer mismo me decía Marga que había presentado el mejor y más amplio trabajo sobre la ciudad. Claro, era el que más sabía. Tenía yo mucho que aprender de él y se fue, como andaba siempre, de puntillas, sin ruido. Angelito, me debes una larga y tendida charla; te la cobraré en su día. Sé que lo harás porque eres, eras, todo un caballero.