CARTA TE ESCRIBO
La dignidad
QUERIDO HERMANO: Como aquí andamos de fiesta en fiesta y tiro porque me toca por aquello de Expoastorga correos, como el resto de las instituciones, echa el candado a mediodía del jueves, vete a saber qué pasa. Cuando ésta te llegue, llegó; sea cuando Dios quiera y el cartero esté dispuesto a llamar dos veces; así que recibe el consabido abrazo y el deseo de que , con todos los tuyos, disfrutes de buena salud. Nosotros vamos aguantando la marea, el apretón solar y las heladas tardías. Como ya hemos rebasado el cuarenta de mayo el panorama cambiará. Me dices en la última, casi me insultas, que ando tarumba por lo de las elucubraciones electorales que te planteé en la anterior. No te falta un punto de razón, aunque habrás visto que, por mi parte, ni afirmé ni negué la mayor. Esas elucubraciones, te lo dije entonces, son: una, la referente a Paco, producto de la mente calenturienta de Nolete que le da más a las fichas de la garrafina y a la lengua que a los artículos del dichoso estatuto de la nación astur. La segunda se debe a la minuciosa investigación y trabajo de campo -las cábalas y adivinaciones por supuesto- del espía a quien ya hay un par de astorganos que aseguran tener identificado, si bien se equivocan. Una cosa sí hay cierta referente a lo de Nolete. Victorino, a quien él daba como posible aspirante a la Sabina, no entrará en esa guerra municipal y espesa. Con los emburriones, zarandeos, meneos y lesiones que ha recibido en estos últimos meses no le quedan ganas de entrar en lides políticas. Y eso que, cuidadosamente, evitó este aspecto en su mandato de Caja España. Aún así, no se libró de los rabiosos mordiscos que han hecho presa en él, a pesar de una gestión impecable y de haber conseguido que aquella jaula de grillos tuviera una tranquilidad casi absoluta. Victorino, hermano, es un tiburón empresarial; bien demostrado lo tiene y ahí está su currículo. Políticamente es un pacífico mero que confundió la derrota, se adentró en el amazonas de Caja España, un espacio infectado de pirañas, y se lo han merendado en un santiamén. Él hizo esa derrota por derecho y los políticos siempre la hacen con rodeos, tácticas envolventes, colocación de trampas y ratoneras inmisericordes. Se lo han cargado por no ser políticamente correcto. Y ya has visto, querido. Los políticos cuando uno les estorba, ha llegado a un término o es preciso jubilarlo a lo mejor, no siempre, le agradecen los servicios prestados. Aunque sea dándote una patada en el trasero, si los clavos del zapato dejan unos sustancioso dividendos, a eso le llaman ellos una salida digna. A Victorino lo enredaron en la telaraña del PSOE y el PP, trabada con la viscosidad de ciertas empresas, y se lo han engullido. Creían que era fácil regurgitarlo, endulzarle su derribo con azúcares y millones y se han equivocado. Le buscaron una salida digna. Y se percibe que la dignidad de esas pirañas anda en el número de ceros que se añada a un dígito entre el uno y el nueve. Cuestión de dígito y ceros. Así es como se producen muchas salidas dignas, llenas de indignidades que ensucian hasta el hartazgo lo que debería ser el noble arte de la política. Que de noble y de arte se calificó algún tiempo. Victorino González Ochoa, nacido en la Cepeda, desarrollado en Astorga, dijo no; que no se vendía, que no entraba en el juego de las dignidades y se retira a sus cuarteles empresariales. Ahí encuentra, sin buscarla, la dignidad. Acaba de recibir el premio de Empresario del Año en su Astorga, de su Cámara de Comercio que en su día lo nombró presidente honorario con absoluto merecimiento. En este verano habrá más homenajes que te contaré. Victorino se lo merece; puedo decirlo porque nada nos debemos entre nosotros. Y la dignidad es la dignidad.