Aviones en miniatura

Todo comenzó por la mañana en la Plaza de Fuente de Santa María del Páramo donde se expusieron más de una veintena de pequeños aviones. Además un simulador de vuelo a través de pantallas de ordenador hizo las delicias de niños y mayores. Pero el plato se reservaba para la tarde en las afueras de la localidad, justo al lado del silo. El sol pegaba a las cinco y media de manera despiadada. Justo en ese momento comenzó la exhibición de vuelo organizada por el Club Alas del Páramo, un grupo de 17 amigos de la comarca enamorados del aeromodelismo que en sus casi dos años de vida ya han organizado cerca de una decena de actividades de este tipo. El sofocante calor hizo que a primera hora de la tarde el público fuera escaso y el que había se refugiase en las escasas sombras que encontraba por la zona. Pero a poco a poco fue llegando gente, a medida que avanzaba la tarde. En la demostración participaron más 40 aviones llegados de puntos tan dispares como Benavente, Ponferrada, Valladolid o Vigo. Además de los locales de los socios del club. Los había de todo tipo: maquetas de aviones reales hechas a escala, helicópteros, pequeños, grandes, llamativos, sencillos, simples, complicados, rápidos, lentos, manejables, difíciles de dirigir, especiales para las acrobacias... Un comentarista, micrófono en mano, iba explicado al público las características de cada máquina y las maniobras que iban realizando en cada momento. Los pilotos se esforzaban en satisfacer a los asistentes y pudieron verse piruetas, vuelos invertidos... «Algunas maniobras que los aviones reales no son capaces de hacer», comentó el presidente del club, Fernando Blanco. Los aparatos de aeromodelismo son réplicas de aviones que generalmente funcionan con metanol y que se dirigen por control remoto a una distancia que puede llegar a los 500 u 800 metros. «Lo importante no es la altura ni la distancia, lo fundamental es que el piloto no los pierda de vista», señala Blanco. Estos pequeños pájaros del aire están hechos normalmente con madera de balsa o contrachapado de abedul, aunque existen multitud de materiales. Los motores se compran. Generalmente están elaborados por los propios dueños, aunque también los hay «que vienen completos de Taiwan o Corea». Los hay de 80 centímetros y de 6 metros de envergadura y pueden alcanzar hasta más 100 kilómetros por hora.