Diario de León

OBITUARIO

Pedro Ramón Mata González, egregio paramés

Publicado por
ÁNGELA FRANCO
León

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TAL VEZ LA EXTREMA y dura climatología del Páramo sea un factor determinante para forjar el carácter trabajador de sus habitantes; al menos a ello contribuye en gran medida. Multitud de leoneses formamos piñas en las Casas de León diseminadas por la geografía española, donde ponderamos los valores de nuestra tierrina, que llevamos en el corazón.Raro es el leonés cuya seña de identidad de esta dilatada y variada provincia no sea recordada allí por donde vamos. Es abundante el número de parameses que se han desplazado del terruño para ganarse la vida en otras regiones más ricas, unos con la pobreza y otros con las posibilidades forjadas con el sudor de nuestros padres. El orgullo de esta tierra está precisamente en presumir de ser paramés. Ni siquiera cuando con la llegada del pantano de Barrios de Luna para regar los míseros campos se intentó rebautizar a la comarca con el apelativo de Vega del Caudillo tuvo el menor éxito. Páramo es y seguirá siendo, y así lo leemos en las novelas y narraciones de Luis Mateo Díez, escritor lleno de sensibilidad hacia la pobreza y el desarraigo. Paramés ilustre es Pedro Ramón Mata González, neurocirujano de prestigio internacional, que nos acaba de dejar. Desempeñó el cargo de Jefe del servicio de Neurocirugía en el Hospital clínico de San Carlos, perteneciente a la Facultad de Medicina, de Madrid. Una sencilla esquela aparecida en el ABC el 27 de julio por encargo de la Sociedad Española de Neurocirugía (SENEC) ha informado de este hecho luctuoso, acaecido el día 24. Tal vez su fallecimiento en Asturias haya sido premonitorio y deseado por él mismo, pues me consta que en los últimos meses sufría una grave dolencia; en esta región ha transcurrido una etapa muy importante de su profesión, con extraordinario éxito, extremo que conozco a través de un compañero de profesión, gran amigo suyo y excelente persona. Desde aquí deseo expresar mi condolencia a su esposa, hijos y resto de la familia. Pero no es mi cometido el analizar este capítulo, entre otras razones porque desconozco completamente su labor, títulos, honores, en fin, su trayectoria profesional. Aunque lejano, teníamos un parentesco, y de su valía yo tenía conocimiento a través de mi abuelo materno, digno hijo de Antoñanes del Páramo, que además compartía una gran amistad con su padre, de la vecina localidad de Grisuela, donde vio la luz Pedro. El orgullo de padre era compartido por mi antepasado, que también disfrutaba con sus nietos, por entonces jovencísimos estudiantes. No nos hemos visto mucho, más bien, muy poco, en diferentes circunstancias. En una de ellas recibí su visita en la clínica Rúber, donde fui sometida a una intervención quirúrgica bastante seria. Su visita no fue profesional, sino amistosa, y en ella recibí su apoyo humano que siempre agradeceré. Una segunda visita suya fue al Museo Arqueológico Nacional, con motivo de la presentación de la edición facsimilar del Beato de Cardeña, el año 2001, que tuve la fortuna de coordinar y que tantas satisfacciones me ha proporcionado. A este multitudinario acto pertenece esta fotografía, tan lejana del triste presente. Tenía una gran afición por este tipo de manuscritos tan hispánico, y esa inclinación, bastante frecuente en personas de ciencias, contribuyó a aumentar la simpatía que nos profesábamos mutuamente. Compartíamos amigos comunes, la maravillosa Ana Luisa Delclaux, entre otros. ¡Qué delicioso resulta hablar sobre las personas amigas y valorar sus cualidades, como ha sido el caso!. Una amiga mía del alma, Tinina, es madre de un muchacho, Jose, que sufrió un cáncer en un lugar muy difícil de tratar. Felizmente ya está curado, y si menciono ahora aquí este hecho es porque el Dr. Mata contribuyó activamente a su curación. Pedro, todos nos encaminamos hacia el desenlace de esta vida, cuyo umbral tú ya has traspasado, entrando en el ámbito de la transcendencia. Has llegado provisto del bagaje de una vida colmada por una magnífica labor profesional y un buen hacer humano; no has ido de vacío, y esa es tu mayor honra. Descansa en paz. Quienes somos creyentes y pensamos en esta realidad irreversible, tenemos la fortuna de poder hacernos amigos de la Muerte, por más que nos produzca respeto y miedo, como refiere la copla del siglo XV: «Anda la Muerte lista con su guadaña. Aquí corta, allí trincha y acá rebaña y es tan ceñuda que ni cetros respeta, ni caperuzas».

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