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OPINIÓN

La palabra y la tecnología a la sombra de un segadal

Publicado por
JUAN CARLOS VILLACORTA
León

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ENCIMA DE MI cama en el refugio de El Segadal que Tomás Casado ha construido como un sencillo hotel en el pueblo de Valdescorriel, estaba colgada una acuarela pintada por el artista zamorano San Gregorio y que es una visión del campo de la Castilla de Camora, que es otra Castilla siendo la misma, como el Duero, verde y maduro; no la Castilla de Benajamín Palencia, mineralizada por el sol sofocante y el sudor de la siega; otra. He ido a Valdescorriel a concelebrar civilmente la entrega de la espiga de oro a un periódico, El Diario de León, y que ha recogido su director, Fernando Aller, precisamente frente al retablo del altar de la iglesia del pueblo, obra de Berruguete que ilustra los clásicos pasajes que se contienen en el Credo de Nicea. Como es sabido, los periódicos se componen de palabras y fotografías. Del carisma de la palabra había predicado antes, celebrando la Misa que conmemoraba la festividad de Santa Marta, patrona de Valdescorriel, el párroco del pueblo, varón tan sabio como virtuoso, quien utiliza siempre, cuando les habla a los fieles, un lenguaje tan riguroso como comprensible. Es la palabra hecha carne, tangible para unos y para otros. Cuando usted predica -le dije- reviste de dignidad la devoción popular. También El Diario de León ha revestido siempre de dignidad la palabra de la identidad leonesa. El recipiendiario del galardón, instituido por Tomás Casado, la espiga de oro, para exaltar la capacidad creadora de los hijos del campo, lo confirmó en sus justas palabras, el director del periódico leonés. En realidad, Tomás Casado viene ejerciendo como patriarca de los azares cotidianos de la vida y la muerte de Valdescorriel, tristes o alegres, de las buenas y de las malas noticias de sus convecinos, y ha hecho símbolo de su empresa, la espiga de la esperanza. A la entrada de El Segadal habría que escribir, con letras de oro, lo que se lee en el brocal de un pozo de Castilla: «Cuanto más doy, más tengo». En la Castilla desolada, árida y seca, él viene intentando comprometer en el futuro industrial a los hijos del campo. Ese es su rato: En la víspera del día de la fiesta, el crepúsculo, las tertulias en los entornos El Segadal se prolongaban plácidamente. Allí, casi en la periferia de la provincia de Zamora, hacía una temperatura como si estuviésemos en San Sebastián. Se lo comentaba a Pepín, que es como el deus ex machina de Tomás Casado. «Podéis hasta comercializarlo». Pero en Valdescorriel nada puede sorprendernos. Concluida la misa de la fiesta tuvo lugar una comida que podía emular las bodas de Camacho y que pasará a la leyenda como la comida de Santa marta en El Segadal de Tomás Casado. Como digo, nada es sorpresa en Valdescorriel. Aquí y allá, en cualquier ángulo o rincón, se ven espigas secas pero vivas, con su sobria belleza y su enjuta aridez, como símbolos de esa Castilla verde y maduro como debe ser. En ese oasis de espigas hemos podido contemplar Museo de la Pretecnología del campo español, donde se archivan aperos y artilugios de las faenas agrícolas inventados por los agricultores de Valdescorriel, quienes, en lejanos tiempos, imaginaban las leyes de la física trabajando con la mecánica del futuro. Y éstas son las flores del campo en la memoria histórica, tan antiguas como necesarias, las nourritures terrestres de un Gide actual.

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