Cada cual en su sitio
QUERIDO hermano: A las extremaduras se han ido; se cerró el ciclo vacacional y Astorga se presenta tranquilina, sin agobios, tornando a aquel su aire entre recoleto y clerical, aunque casi sin sotanas. El festival de cotos prolonga una larga semana esos aconteceres que tanto sorprenden a los forasteros y todos nos llenamos de cine del bueno mientras los de Ponferrada, Santa María del Páramo o Val de San Lorenzo se aprestar a celebrar la Natividad de la Virgen; curiosa celebración de las mil advocaciones marianas en pugilatos de poblaciones con sus vírgenes de la Encina, de la Guía, de la Zarza, de la Carballeda; hasta en algún lugar le dicen -o decían- «l a «Fartona» por aquello de arramblar con los primeros racimos que, a veces, proporcionaban más de un cólico; por la «fartura». Pasada la canícula, las aguas vuelven a sus cauces, aunque no haya llovido, y Nolete con esos remontes que agarra me ha instado a que te deje clara alguna cuestión que tiene al personal confundido, y ya sabes como se las gasta el tío; menos con lo del estatuto de esa nación astur que lo trae al retortero; ahí no le metas prisa, calma y a cantar las cuarenta, que arrastra de cara con el tres. Se refiere Nolete a la restauración del palacio de Pernía, en Otero de Escarpizo, recién inaugurada que tuvo, como sabes, sus más y sus menos; obra a la que ya rematada le han salido la tira de padres putativos. Este que te escribe, hermano, sin haber tenido arte ni parte, por lo cual nada le corresponde, sí tuvo la suerte de seguir «de pe a pa» todo el proceso desde que era una entelequia. Con el fin de que no te llames a engaño, ahí te remito las claves, ciertas y contundentes, veraces -como se dice ahora- de toda veracidad y que te aseguro nadie podrá rebatir. Van los nombres; pocos. Primero y destacado Benito García Álvarez, conocido por «Escarpizo», que por cierto ha tenido un éxito rotundo con su última exposición en Astorga; sin Benito no hubiera torreón, él fue el «alma mater» por lo que no hace falta ponerle más epítetos; recibió el apoyo incondicional de su esposa Adela, de los miembros de las «Jornadas Culturales de la Cepeda» y del «Seminario Permanente de Estudios Cepedanos». Cuatro y el del tambor. Pon a su lado a dos alcaldes del municipio de Villaobispo, Domingo y Joaquín que creyeron en la idea de Benito, la apoyaron y canalizaron a través del Consistorio las precisas y engorrosas gestiones para llevar a cabo la compra de aquella ruina que era el palacio y su posterior recuperación. Y después, hermano, tres personas más, dirigentes de otras tantas entidades que se involucraron -también hay que decirlo, por empatía personal con el promotor, Escarpizo - en una tarea que se prolongó por espacio de diez años. Un presidente de la Diputación Provincial, José Antonio Díez que aportó el dinero de la compra. Un Delegado de la Junta, Luis Aznar que gestionó la consecución de los fondos necesarios para proceder a la recuperación y restauración del palacio. Y otro presidente, en este caso de Cajaespaña, Victorino González Ochoa que proporcionó, a través de dicha entidad, la consecución del mobiliario. Algunos subalternos de esas entidades que pusieron sus granitos fundamentales, y nadie más, hermano. En esos años hubo quienes pudiendo y prometiendo no lo hicieron y hasta se han plantado un clavel en el ojal como si de un mecenas se tratara. Y no es así. Que cada cual y cada quien ocupe el lugar y sitio que le corresponde; la gente, que no es tonta ni siquiera a la hora de votar, sabrá poner en el pedestal a quien se lo merece. Como Nolete me demandó, todo aclarado.