Un pueblo lleno de generosidad

Cerezales del Condado salió ayer a la calle para homenajear a Antonio Fernández, empresario natural de esta localidad que, pese a estar afincado en México, ha realizado en ella una fuerte inversión con la que ha experimentado un cambio radical, según reconocen sus propios vecinos. «Creo que nos ha dado demasiado, porque son muchos los millones de pesetas que ha dado al pueblo en obras. Así que sólo puedo decir que estamos encantados con Antonino por haberse acordado de su pueblo», señala Ramiro González, un vecino de Cerezales que, aún siendo un poco más joven que él, recuerda cuando jugaban juntos de niños. Una imagen, la de jugar juntos por las calles, que también tiene grabada en su memoria el pastor del pueblo, Efigemio Domínguez, ya jubilado. Aunque otros vecinos lo primero que destacan es que, pese a la oposición de algunas personas del pueblo, en marzo se iniciaron varias obras gracias a Antonino y su sobrina Rosa María. «A pesar de las trabas ella tiró hacia delante con las obras y ahora estamos muy bien y muy agradecidos. No nos merecemos todo el dinero que ha invertido en Cerezales. A este señor habría que ponerle en lo más alto. Además esto no ha terminado ya que aún continúan haciendo más obras» recuerda Epiménides Fernández. De ahí que por ejemplo Benide Castro considere que la inversión millonaria que Antonino ha realizado en el pueblo «no tiene precio». Una afirmación que acompaña con un ejemplo más que gráfico: «el agua, el dar al grifo y poderte duchar cuando antes no podíamos por los problemas de abastecimiento que tenía el pueblo. A este señor no le pagaremos en la vida lo que ha hecho. Merece este homenaje y mucho más». Un sentimiento que también dejó patente uno de los niños del pueblo, Fernando Sánchez, quien dedicó a Antonino Fernández unas palabras que resumen lo que representó el homenaje de ayer: «Cuando hace unos meses empezaron las obras en Cerezales yo soñaba con un pueblo muy bonito, y ahora ese sueño se ha hecho realidad. Gracias a la generosidad de Don Antonino, un pueblo que parecía abandonado ahora es el más cuidado y el mejor de todos. Yo que vivo aquí día a día, no podía pensar que tantas personas y máquinas pudieran trabajar al mismo tiempo y conseguir algo tan bonito y tan rápido. Por eso me atrevo a darle las gracias de parte de los que pasan aquí sus vacaciones, también de parte de todos los que trabajan en esta obra y sobre todo de los que nacimos y vivimos siempre aquí. Los más pequeños nos encargaremos de cuidar el pueblo, de no derrochar agua y de animar a todos a que lo hagan también. Hoy celebramos lo bien que ha quedado todo pero nunca, Don Antonino, le agradeceremos bastante lo que a hecho por todos nosotros. Muchas gracias».