La escenificación incluyó el fusilamiento y posterior homenaje al húsar Tiburcio Fernández
Trescientos figurantes recrean la caída de la ciudad en manos francesas en 1810
Las tropas aliadas y las francesas lucharon a cañonazos y con fuego de mosquete
Los astorganos perdieron ayer el control de la ciudad frente a las tropas invasoras de Napoleón bajo una lluvia de pólvora durante las segundas Jornadas Napoleónicas que recrearon uno de los episodios de la Guerra de la Independencia. Unos trescientos figurantes, según la organización, dieron vida a los soldados galos y aliados en su brutal enfrentamiento al mando, respectivamente, de los generales Junot y de la Cuesta, éste último acompañado del británico Moore. El centro de la ciudad sirvió de escenario para recrear la batalla del 20 y 21 de abril de 1810, durante la cual el ejército de Napoleón logró abrir en la muralla astorgana una brecha, aunque los españoles y sus aliados resistieron inicialmente y devolvieron cañonazos, fuego de mosquete y cargas de bayoneta mientras el médico, su enfermero y el sacerdote atendían las necesidades sanitarias y espirituales de los bravos militares. En varias ocasiones, mientras el humo y la pólvora envolvían a combatientes y público, los aliados contuvieron la embestida invasora en el cuerpo a cuerpo hasta que el general Santocildes dio orden a sus tropas de replegarse hacia la plaza Mayor, en la que esperaban el corregidor Pedro Costilla y su guardia personal de maragatos. Éste portaba en sus manos las cinco llaves de las puertas y postigos de la muralla, que luego habría de entregar a las tropas francesas. Pese a su heróica resistencia, la ciudad terminó capitulando cuando el general Santocildes dio la orden de alto el fuego. Sin embargo, el soldado de los Húsares de León Tiburcio Fernández Maroto se negó a ceder al grito de «¡Si Astorga se rinde, yo no!». Los franceses lo fusilaron. Ante el cadáver una representación de vecinos y danzantes de su pueblo, Villafrades de Campos (Valladolid) le rindió homenaje con un baile de paloteo antes de que sus restos fueran entrados a hombros en la casa consistorial al ritmo de una marcha fúnebre.