El paso previo necesario

Los trámites, que se iniciaron hace tres años, para declarar la Iglesia de Villacé como Bien de Interés Cultural están ya próximos a concluir; por ello, desde el Ayuntamiento de Villamañán -al que pertenece la localidad- se espera que pronto esta iglesia mudéjar reciba la inyección económica que necesita para su restauración. «Esperamos que el 1% Cultural de la modernización de los regadíos, se dedique a esta iglesia. Cuando se llevó a cabo la autovía, que pasa por Villamañán, ese 1 % fue destinado al castillo de Valencia de Don Juan y al palacio de Toral de los Guzmanes porque aquí no contábamos con ningún BIC, ahora ya tenemos la iglesia de Villacé que además necesita una restauración importante y que cuenta con elementos de incalculable valor que se están estropeando, como por ejemplo una pintura de San Francisco de Asís en pergamino que fue pintada en vida del santo», explicó el alcalde de Villamañán, Segundo Tejedor. «La reparación es muy urgente, en las paredes hay mucha humedad y manchas por las goteras que ha habido en el tejado durante muchos años y se están perdiendo artesonados de mucho valor. Además, ahora, como está siendo declarada de interés cultural nosotros no podemos arreglar nada», afirmó el alcalde pedáneo de Villacé, Ramiro Fernández. El edificio consta de tres naves, con arquería ojival sin adornos que se apoya en pilares cruciformes de sillería. La construcción más antigua es la torre, también de estilo mudéjar que fue parcialmente restaurada el pasado año. La iglesia cuenta, en una sala anexa a la torre, con un artesonado en madera policromada del siglo XV que, aparentemente, se encuentra en restauración, sin embargo, según aseguró Ramiro Fernández, «esto está así desde hace un año, ha venido mucha gente a hacer muchas fotos pero nada más. Dicen que van a invertir más de 120.000 euros y que aún necesitaría más dinero, pero nadie ha empezado a restaurar». La Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León, destaca de esta iglesia el conjunto de retablos y bienes muebles que alberga en su interior, como el artesonado policromado del siglo XV, las pinturas murales conservadas bajo la capa de yeso -seguramente añadida en el año 1687 cuando fue reformada la iglesia-, el pavimento de las naves formado por losas de pizarra correspondientes a sepulturas, el órgano del siglo XVII, el retablo barroco del presbiterio y el retablo barroco de la Piedad -singular por ser de doble cara- y que está situado en un lateral de la nave central. «Aquí había muchísimas más cosas de valor pero han ido desapareciendo, es una pena», expresó Fernández. Según los vecinos, las pesadas puertas de acceso a la iglesia están rellenas de piedras, lo que permitió a sus habitantes salvarse en su interior de los ataques franceses durante la guerra de independencia.