Diario de León
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MARTÍN MARTÍNEZ
León

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QUERIDO hermano: Ahora que llueve viene la señora Narbona. Llega con la intención y la embajada de poner un freno al despilfarro; porque despilfarro sí que lo hacemos; demasiado quizás. Sin embargo la señora ministra, me parece, pasa los pueblos de cuatro en cuatro. Y nos va a poner mirando al este, que es donde más escasea el agua y, tal vez, donde más se despilfarra. Aún tengo en la memoria aquellos veranos de los años 50 con las horas, días y hasta semanas esperando la apertura de un pantano para quitar la sed a trigos ya encañados y remolachas de nabo escuálido. Días de azadas empinadas, discusiones acaloradas y hasta violentas por un suco de agua y azadonazo en la crisma por un quítame allá esa tapadura. Después vinieron los años de las vacas gordas con el riego a manta y sin duelo que, ciertamente, es la forma más ortodoxa para desperdiciar, en roderas y lindes, eso que los cursis decís el líquido elemento. Habrá que propiciar fórmulas para el ahorro, pero con medida. Nunca he sido muy dado, hermano, a ese gasto excesivo; si hay que beber me conformo -que siempre he sido de natural contento- con un Bierzo o cualquier peleón que me ofrezcan. En cuanto a lo otro, todo sea en su justa medida. Pero, a mi modesto entender, con los 60 litros que nos amenaza, vamos a tener que retroceder unos cuantos años. Cuando andábamos por esta vieja ciudad detrás de lo que se llamaba educación y cultura, la cosa era sencilla a más no poder; nadie sería capaz de llegar a la cuota que nos quiere imponer la Narbona, a no ser algún/a señoritingo/a; y vaya la inclusión de los dos sexos en honor de la ministra. Pues en casa de Rosario, dicha la enterradora , aquella patrona que sufrimos y hasta disfrutamos, en el buen sentido de la palabra, no había agua corriente; al igual que en la mayoría de las casas, que para eso estaban las fuentes públicas. De manera que no había necesidad de tirar de la cadena una docena de veces diariamente, por donde se escapan, a ojo de buen regador, bastantes más de los 60 litros del racionamiento. Con aquel cubículo en el que se instalaba una tabla con orificio incorporado y el posterior aprovechamiento que realizaba el averío el apretón estaba solucionado. Y así ad infinitum . Nolete dice que santo remedio. Todavía tiene la cuadra; que debes saber se mercó un caballo, el muy pijo -Nolete, no el caballo- . Como el asunto se ha puesto de moda, él de viejo mandil blanco; se las da de buen jinete y pasea hasta Laguna Valleyo, y viceversa, como mítico centauro. Espero que no le sirva la montura como lo que contaban de don Mariano, el de Villoria, que por los campos de su pueblo y aledaños, mientras los galgos corrían las liebres, él corría tras las mozas casadas o viudas que se topaba por aquellos predios y secarrales; cuentan que tenía buena boca y gran apetito; y la bragueta sin botonadura ni plastón, que era lo que entonces se llevaba. Claro que Nolete está escarmentado y sabe cómo se las gasta la Rosario. El caso, hermano, es que nuestro amigo dijo que por ese lado ahorro seguro, que la cuadra del Castaño -así bautizó al jaco- si le había servido los 25 primeros años de su vida, el mismo papel podía hacer ahora y así obedecer a la ministra. A Rosario ya le advirtió que menos geranios, clavelinas y demás; que su aseo diario se lo respetaba, qué remedio; pero tocante a ventanas, balcones y corredores floridos no pasaba; que los ministros y ministras están para ser obedecidos. Pero en su filosofía de terrón y surco, dejó a doña Narbona con riego de primavera; por su despilfarro al no saber, o no querer saber, de aguas invernales; que le va a pedir cuenta y razón de los embalses del Duerna y del Eria; que con esos y otros cientos, sin ahogar a nadie, le sobraría agua. Eso piensa.

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