CRÓNICAS PÉSICAS
Cuento de Navidad
PROCEDE EN ESTAS fechas, tan entrañables ellas (ya aunque sea con un ligero retraso), el escribir un cuento de Navidad, para ver si esa estrella milagrosa que dicen guió a los magos de oriente, guía a Laciana, este valle de lágrimas, hacía su salvación. Vamos pues a ello... Dicen, que hace casi un siglo, había un lugar recóndito, alejado del mundo exterior, en el que las gentes se comunicaban entre ellas en una lengua vernácula; sus discusiones, cuando las había, las dirimían, unos omes buenos, y todo se hacía de acuerdo al sentido común. Desde tiempos inmemoriales, conocían el valor de la naturaleza que les rodeaba y siempre la respetaban y la cuidaban con sumo esmero. Tanto que no se cortaba un palo, ni se desviaba un manantial sin ton ni son... Aquel lugar era conocido como el Concetsu de Tsaciana, y estaba poblado por unos millares de personas, que por mor de la labranza y la ganadería iban viviendo en aquellos tiempos difíciles. Dicen, que gracias a Sierra Pambley, eran un pueblo culto y preparado, tanto, que cuando alguno de sus habitantes emigraba, lo hacía para ocupar algún puesto de importancia, bien en la capital (Madrid), bien en las Américas (Argentina, generalmente). Pero los montes de Laciana albergaban un valioso tesoro, que con el correr de los tiempos llegó a ser algo fundamental para mover la maquinaria industrial del país. Era el carbón. Así, allí donde da la solana, comenzó a llenarse de boquetes y de escombreras, los manantiales que desde siempre habían servido para regar los pastos de las laderas, comenzaron a salir por las cunetas de las bocaminas. Era el progreso que desgraciadamente nos visitaba. A raíz de esto, Laciana creció desorbitadamente, comenzaron a llegar gentes de otros lugares, primero de concejos vecinos, luego de tierras más lejanas y nuestras ancestrales costumbres se fueron transformado con ello. Laciana, como una buena madre, siempre tuvo los brazos abiertos para dar pan y trabajo al que llegaba. De esta manera llegamos a estos momentos. El siglo XX muere, nace el siglo XXI y con el muere el Valle de Laciana... Sus ricas entrañas fueron dando sus frutos racionalmente, poco a poco, hasta que ahora, con la desaprensión de unos cuantos comenzaron a esquilmar sin miramientos. Hoy Laciana comienza a recoger los frutos de ello, despoblación galopante, irresponsabilidad manifiesta de todos sus políticos, falta de implicación de sus gentes. De nada sirve que desde la lejanía, personas con sentido común, intenten salvar la aún rica naturaleza lacianiega, cargándola de protecciones de todo tipo, la mayor de ellas Reserva de la Unesco. Todo esto, se lo pasan por el forro los desaprensivos que vienen a sacar sus frutos de la manera más rápida posible, para en un mañana cada día más cercano, abandonar al Valle a su suerte dejando tras su paso la mayor de las destrucciones. De nada sirve que existan leyes, que existan obligaciones, que existan personas que deberían de obligar a cumplirlas, Laciana navega abandonada a su suerte y tan solo se escuchan cuatro voces en contra, muchas de ellas (todo hay que decirlo) surgen obedeciendo bastardos intereses, no por defender al Valle. Así, no sería raro que este triste cuento de Navidad, aunque como suele ocurrir sea tachado de agorero, vaticine lo que las buenas gentes de Laciana (que siempre lo fueron) hablan en voz baja, como antaño hacían sus gentes al amor de los calechos; que estamos viviendo el comienzo del fin. Por eso es nuestra obligación pedir a esa estrella rutilante que se acuerde del viejo Concejo de Laciana y nos ilumine, para que se nos caigan de una vez las vendas que nos impiden ver la realidad... ¡¡¡ Que así sea !!!...