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MARTÍN MARTÍNEZ
León

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QUERIDO hermano: Espero que los Reyes hayan sido contigo dadivosos pues este año, aquí por lo menos, tenemos comprobado que llegan rumbosos. Fíjate si es cierto lo de rumbosos que sin llegar al nuevo año nos han subido el peaje de la autopista, nos han anunciado que lo del ferrocarril del Oeste va para largo y no han abierto la boca sobre lo del Lyda, que nos tiene en un sinvivir. Claro que a los pobres Reyes se les ha complicado la cosa con lo de las próximas elecciones, que los políticos se han puesto a pedir y han dejado los buzones colapsados. Desde consejeros a concejales pasando por procuradores, diputados y alcaldes, todos les han escrito haciendo su petición; otros lo han hecho con aquello de «Qué hay de lo mío». Por Astorga circula el rumor de que Perandones le pidió un relevo, y aunque no estoy seguro, le han traído una margarita; en el PP el regalo será la llegada de la doña, digo la reina maga provincial para con su varita tocar al elegido; ¡mira, hermano, que si se decide por ese cuarto tapado¡ A Soto, por adelantado, le dejaron el regalo de la continuidad, aunque los ahora correligionarios de Pelines intentarán pasarle la brillantina. Y muchos, los más, quedarán en el olvido real, pues no hay café para todos. Y si no pon atención. Este año que acaba de fenecer se cumplía el 70º aniversario del levantamiento militar e inicio de las desgracias que en tres años dejaron a España hecha unos zorros. Enfrentamientos políticos, religiosos, económicos, sociales, culturales y hasta familiares se desplegaron como ave de rapiña sembrando la muerte y el dolor por doquier; pagando, en muchas ocasiones, quienes no tenían culpa alguna. En esas celebraciones por toda España, siempre han quedado unos cuantos, los más, olvidados. Aquí en Astorga, también ha sido así. Se conmemoró el asesinato de las llamadas mártires de Somiedo, Octavia, Pilar y Olga. Leía yo el anuncio necrológico y aviso de misa en la catedral cuando un conocido, guardia civil en nuestra ciudad se acercó y lamentó que un tío suyo fuera asesinado el mismo día y en el mismo lugar que las astorganas, y permanece enterrado en aquellos prados de Somiedo. Se rescataron los cuerpos de las enfermeras; los demás fueron olvidados. Como olvidado está en Astorga aquel cura catedrático del Instituto Marcelo Macías, don Bernardo Blanco, de la conocida familia de los curtidores Gaztambide, cuyo cortijo estuvo en pie hasta hace unos 30 años en las inmediaciones de la parroquia de San Andrés. Don Bernardo era un cura liberal, por republicano se tenía, lo que no era obstáculo para ser un sacerdote y un pastor profundo, y un enseñante comprometido; quiso venir a ejercer la enseñanza en su pueblo, y mejor se hubiera quedado en Madrid; si no fue por escrito, sí de palabra, el obispo lo suspendió a divinis ; un buen día de octubre del 36, después de hacerle unas cuantas perrerías, lo trasladaron a San Marcos y ese mismo otoño entró en una saca nocturna diciéndole que lo devolvían a Astorga; en el monte de Villadangos fue asesinado. Su sobrino Ramón Carnicer, en el libro Todas las noches amanece , quizás demasiado novelada, cuenta la peripecia vital de su tío, que también fue olvidado cuando el homenaje a Carro Verdejo; como otros profesores del instituto. Como ves, hermano, hay olvidados en todos los bandos. Por eso quiero que te acuerdes de aquel otro cura republicano, don Tomás, que sufrió lo suyo y salvó el pellejo por otro cura bien plantado, don Isidoro. Ya mayor contaba con humor socarrón su peripecia; le parecía un castigo divino ser antimonárquico y tener estas parroquias: de entrada Val de Rey; después Prado Rey; le siguió la de Puerta de Rey en Astorga y acabó en Santa Marina del Rey. Si no quería monarquía, cuatro tazas reales.

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