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| Reportaje | La voz de la solidaridad |

El ejemplo de Lukotola

Un misionero seglar recorre la diócesis para explicar los proyectos de desarrollo integral que Manos Unidas ha ejecutado en un poblado que nació en la selva del Congo

Jose Antonio Bascarán, en la delegación del periódico

Publicado por
Maite Almanza - astorga
León

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José Antonio Bascarán Unanue es un misionero guipuzcoano, seglar, perteneciente al movimiento Ekumene, que lleva los últimos 22 años de su vida en un poblado de la República Democrática del Congo, Lukotola, después de abandonar su trabajo en la banca. En estas dos décadas ha visto avanzar dicha comunidad, gracias a la puesta en marcha de varios proyectos con la colaboración de Manos Unidas. Su experiencia, y la de sus convecinos, es la mejor muestra de que el progreso del llamado tercer mundo, muchas veces, está en manos de los habitantes del primero. Durante todo el fin de semana será la voz del Sur para la delegación astorgana de dicha organización. Recurriendo a sucesivas actuaciones, en las que colaboraron técnicos congoleños y los habitantes de la comunidad, Lukotola, un poblado en medio de ninguna parte en plena selva, ha visto que sus tierras son fértiles para el cultivo de maíz, y los agricultores han ido estableciendo un sistema de explotación racional de los recursos. Bascaran explicó que los planes de desarrollo fueron creciendo, e incorporando otras iniciativas, como la doma de bueyes que agilizara el trabajo en el campo. Esta actuación comenzó con dos parejas y está consolidada en la actualidad, cuando han llegado a domar setecientas parejas, indicó. El misionero explicó que los cooperantes dieron un paso más hacia un aspecto que consideró vital: la educación infantil. Así, los inicialmente rudimentarios espacios de adobes sin cocer y techo de paja, en los que los pequeños tenían que sentarse sobre ladrillos en el suelo, dieron paso a una escuela de primaria, después a una de secundaria y, finalmente, a una escuela profesional para aprender oficios. Esta posibilidad está abierta también a las mujeres «lo cual es importante porque retrasa la edad de la boda, que en otras condiciones pueden ser los catorce años», dijo el misionero. Después, indicó Bascarán, llegó el momento de atender las necesidades sanitarias de la población, con la construcción de un dispensario que atienda también a las madres ya que «en el poblado hay unos veinticinco o treinta partos al mes», dijo. Hace dos años surgió la posibilidad, también a través de Manos Unidas, de ampliar estas instalaciones con una pequeña sala de operaciones y otra para internar enfermos. «Hace poco acaban de terminar la construcción», aclaró. El problema del agua potable también quedó resuelto, mediante la localización de un nacimiento de agua cuyo caudal es conducido hasta el poblado por un sistema de tubos. Ahora existen cuatro fuentes disponibles. El proyecto de desarrollo integral incluyó también la racionalización de la comercialización de los productos, mediante la construcción de un silo que alberga las cosechas, la planificación de la fecha de venta de éstas y la reversión de parte de los beneficios en la comunidad. «Todavía queda mucho por hacer, aunque escuchándome parezca que aquello es Manhattan», señaló el misionero, que dijo que nunca ha pensado abandonar la misión y regresar a España, dado que en Lukotola se siente más útil. Uno de los retos más inmediatos, a su juicio, es avanzar en la educación para que los habitantes aprendan a gestionar la mejora de su calidad de vida. El poblado creció de los doscientos habitantes iniciales hasta los tres mil, pero hay nueve mil personas, de otros asentamientos, incluidas en su radio de acción.

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