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Publicado por
MANUELA BODAS
León

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ASÍ ME GUSTARÍA vestir hoy a la cazuela: de gala, para poder estar a la altura del concierto que ofreció la banda de la sociedad musical Sones del Órbigo, en la Iglesia de San Juan Evangelista de Veguellina de Órbigo. Un rubor de pasión encendió la estancia. Se escuchó con verdadera devoción todo el concierto, de marchas de procesión, que ofreció la banda. Estoy segura de que los corazones de todos los asistentes al concierto, latían al ritmo de los tambores y percusión, que a su vez se entrecruzaban magníficamente con el viento convertido en el milagro de la música de las flautas, clarinetes, saxofones, trompetas, bombardino, trombones, tuba y con la varita mágica o batuta del coordinador de tan emotivo evento. Digo emotivo porque las lágrimas anduvieron a ras de ojo en más de una ocasión. Digo emotivo porque la piel se nos erizó en varias ocasiones al escuchar el concierto. Digo emotivo porque hay que quitarse el sombrero ante el enorme trabajo que hay detrás de cada instrumento y de cada juego de brazos del hombre que ha llegado a contagiar su ilusión y su gusto por lo bien hecho a todos y cada uno de los componentes de la banda, a los que ha convertido en verdaderos músicos y profesionales de sus instrumentos. La receta de hoy, Longoritmos al pentagrama con ingredientes como la banda Sones del Órbigo; Luis Martínez García de Longoria, director de la banda y sus miembros, ingredientes capitales para formular milagros, como lo son cada una de las marchas de Semana Santa que ofrecieron. Los tambores de La Barbacana, que pusieron el sello primordial de toda marcha de procesión que se precie y la iglesia de San Juan Evangelista, su estupenda acústica también favoreció y remató la faena y un público, entregado totalmente. En esa caja acústica que es la Iglesia de San Juan Evangelista, se coció uno de los mejores conciertos que hemos escuchado a nuestra querida banda. Se sintió el dolor de Cristo con la Saeta. ¿Quién se olvidó de avisar a Serrat para que se emocionara con su composición? Se pudo sentir en la iglesia la dureza del dolor en las composiciones de las marchas castellanas. También se pudo palpar alegría de resurrección y de vida en las marchas andaluzas. Todos fuimos braceros de los pasos imaginarios que portábamos en nuestros corazones mientras embelesados escuchábamos a la banda.

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