La firma prevé instalar nueva maquinaria para lograr un incremento de la producción del 30%
Santocildes invertirá 900.000 euros en su fábrica de Valderrey
La falta de infraestructuras obliga a la empresa a dejar Castrocontrigo después de 91 años
La fábrica de chocolate de Castrocontrigo no celebrará su centenario en el pueblo. El plan de desarrollo de la empresa ha obligado a los responsables de Hijos de Bernardino Fernández, S.L. a buscar una nueva ubicación para la sociedad que fabrica y comercializa la marca Chocolates Santocildes y ya se tramitan los permisos para iniciar las obras en el Polígono Industrial de Valderrey, junto a la antigua carretera de La Coruña y de una de las salidas de la A-6, según informó ayer Juan Fernández, que definía este punto, a medio camino entre La Bañeza y Astorga, como estratégico. La empresa ha presentado ante el Ayuntamiento de Valderrey el proyecto, que contempla una inversión de 900.000 euros en obra civil y adquisición de maquinaria «para la elaboración de nuevos productos». La parcela adquirida, de 2.500 metros cuadrados de extensión, tiene una de sus fachadas a la carretera de entrada a la localidad de Castrillo de las Piedras y las obras de las nuevas dependencias, que ocuparán 1.000 metros cuadrados, se iniciarán «una vez finalicen los trámites administrativos», indicó Fernández. Santocildes conseguirá así duplicar la superficie que destina en la actualidad a fabricación y almacén. Además, Fernández señaló que la superficie que se utiliza para almacenar materias primas y el producto final y la elaboración se distribuye en varios locales: «La carencia de espacio nos impide utilizar un toro», manifestó. Producción y personal La fábrica de chocolate artesanal, que dispone de cuatro empleados en la actualidad, creará en principio otros dos puestos de trabajo y se espera que el aumento de la producción sea de «un 30% más al que se ha experimentado en los últimos años». Santocildes deja Castrocontrigo ante «la falta de suelo industrial en el pueblo y la necesidad de construir un depuradora y de llevar hasta las instalaciones una línea de alta tensión», explicó Juan Fernández, que indicó que en la decisión también ha pesado «la trazabilidad del producto que se nos exige al tratarse de una industria del sector alimentario y de carácter artesano».