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| Entrevista | Casimiro Bodelón Sánchez |

«Me preocupa la salud física y mental de los trabajadores»

Defiende la necesidad de cuidar al personal que se ocupa de los discapacitados y reclama medios para la creación de un pabellón para atención geriátrica y sanitaria

Casimiro Bodelón posa en su despacho del centro ocupacional Cosamai

Publicado por
Maite Almanza - astorga
León

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Desde enero supervisa un equipo que atiende a 120 internos discapacitados y a 30 medio pensionistas. -¿Qué necesidades aprecia en el centro ocupacional? -Cosamai lleva funcionando cuarenta años en Astorga, y empezó atendiendo a niños y adolescentes. Pero ahora la media de edad de las personas que atendemos se sitúa en los 39 años. Un discapacitado de esta edad empieza a ser muy anciano. Gracias a la medicación se les ha duplicado la vida, y además con calidad. La mayoría fallece, no por las consecuencias propias de su enfermedad, sino porque el hígado está afectado de tanta medicación. Antes los adolescentes discapacitados recibían una educación de adiestramiento. Ahora, estas personas mayores precisan cuidados de tipo personal, geriátrico y sanitario. Esto crea ciertos desajustes en el personal, y me preocupa la salud física y mental de los trabajadores, que viven a diario en un ambiente de deterioro que puede producir un desgaste fuerte de su salud mental y estado de ánimo. Esto, laboralmente, no se contempla, pero llegará un día en que tendrán que hacerlo. -¿Cuál es la solución? -Yo he propuesto, aunque cuesta mucho cambiar en instituciones de este tipo, que rote el personal de un puesto a otro aunque sólo sea unos meses, o por lo menos, ofrecérselo. Sería positivo para ver otros puntos de vista, otros problemas y conocer otros compañeros. Al fin y al cabo, la Diputación dispone de otros centros en la provincia. El personal a veces trata al discapacitado como a un niño, porque en el fondo existe esa creencia, pero ya son adultos, y no son discapaces en todo. -Los internos ¿reciben la atención adecuada pese a ese necesario cambio de mentalidad? -Sí, porque el personal se va reciclando mediante cursos. Donde mejor están los discapacitados es en los talleres, al igual que los adultos en el trabajo. Yo soy partidario de que trabajen mientras puedan, reciban su pequeña paga al mes, que para ellos es su gran nómina, y estén satisfechos de la labor que realizan. Tenemos un taller para un pequeño grupo que se nos ha deteriorado más, que irán al pabellón de cuidados geriátricos en el futuro. Aquí recibirán el tratamiento adecuado. -¿Cuándo será creado ese nuevo pabellón? -En cuanto dispongamos de los doscientos mil euros, que al final pueden ser el doble, para montarlo, y que deberá poner la Diputación. Hay que vaciar el edificio y hacerlo nuevo por dentro, poner ascensor y baños geriátricos, e insonorizar algunas habitaciones -que irán destinadas a pacientes con demencias-. Hay que hacerlo para atender ciertos casos adecuadamente, porque en cuatro o cinco años el declive de los internos será llamativo. También hay medio centenar de personas esperando para entrar, pero no lo harán salvo que se produzcan bajas o se haga el pabellón, que tendrá 25 plazas. -¿Hay previsión de aumentar los talleres? -No lo creo necesario, aunque sí mantendremos los que ya existen, de jardinería, madera, cartonaje, impresión, manipulados o cerámica. Los internos están en ellos de 9.30 a 13.30 horas y de 15.00 a 17.00 horas, y el resto del tiempo, en su residencia disfrutando del ocio y el descanso, como cualquiera de nosotros. Salen a pasear, suben a la ciudad, mantienen relaciones de amistad e, incluso, de pareja. Un discapacitado lo es en algunas cuestiones, en otras es más normal que yo. Su mundo afectivo y sexual es más sano, porque están menos condicionados y son más naturales que nosotros. -¿Qué otras necesidades tiene el complejo? -Hay que asfaltar los viales públicos para el paso de las sillas de ruedas, los pabellones precisan remodelaciones, hay que suprimir barreras e instalar ascensores en los edificios.