Los romanos ganaron el laurel en los juegos en honor al dios Apolo

Astúrica Augusta vivió ayer una de las batallas más encarnizadas de la historia en la arena del circo romano. Tras la entrada del César escoltado por su guardia y seguido del Caudillo de los astures Sebius los romanos lucharon por el laurel frente a los astures que buscaban la libertad de su pueblo. La competición, dura y emocionante, dio la victoria final a los romanos que ganaron cuatro de las seis pruebas, aunque una de ellas fue anulada. En las gradas del coso astorgano, el César Josefus Orologius I y el Caudillo astur Sebius seguían muy de cerca los juegos en honor al dios Apolo. Mientras tanto, el público de ambos bandos con su griterío caldeaba el ambiente y hacían aún más evidente la rivalidad entre los dos pueblos. De un lado, los astures, acompañados de sonidos de gaitas, acordeón y tambores gritaban «¡Es romano el que no bote!», a lo que estos contestaban, «¡A por ellos!» acompañados por instrumentos de viento del séquito del César. Mientras en la arena, los guerreros romanos y astures, diez por cada equipo, tuvieron que superar pruebas de agilidad, velocidad, o fuerza como hacer rodar alpacas de paja, insertar aros tirados al aire en una lanza y recoger banderolas para llevarlas a otra zona de la plaza antes que el rival. Tras estas pruebas, la organización repartió pan entre los asistentes como ya hacían en la antigua Roma ­­- «Al pueblo, pan y circo»-. Entre las pruebas los espectadores disfrutaron de demostraciones de fuerza y combate por parte de la Mujer de Hierro, Mazispe, Hércules, Espartaco y Sanson que con su pelo levantó a una de las jovenes romanas en un columpio. El resto de las pruebas fueron dirimidas en el agua, con una batalla sobre una piscina, la recogida de monedas de oro del estanque o la bajada de agua por canales, simulando las Médulas. Una de las actividades más aplaudidas fue la caza de un jabalí, el cual no duró mucho en la arena del coso taurino. Tras alzarse los romanos con la victoria, el César bajó a la arena y agasajó a cada uno con una corona de laurel.