Diario de León

Cómo resucitar el tiempo

El antiguo reloj consistorial cumple dos siglos. Las manos del relojero José Ramos están en pleno proceso de restauración y limpieza de las piezas para que quede expuesto al público

El periquito Pepe, de José Ramos, pasea sobre las piezas ya limpias

El periquito Pepe, de José Ramos, pasea sobre las piezas ya limpias

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Maite Almanza - astorga
León

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«El herrero astorgano Bartolomé Fernández es el autor del segundo reloj del Ayuntamiento de Astorga, y también del de la catedral», explica el relojero José Ramos mientras examina las piezas del primero. La maquinaria, de cuerda, estaba retirada en dependencias municipales cuando Ramos propuso al equipo de gobierno restaurarlo. Un camión trajo hasta su casa las piezas desmontadas, y él comenzó el proceso de retirar de ellas toda la suciedad, la grasa y el polvo acumulados desde que, en 1807, el reloj comenzó a funcionar. «La gente está muy confundida, y engrasa los relojes completos, cuando sólo es necesario hacerlo en los puntos en los que tienen los rodajes», aprovecha para aconsejar. Ramos limpia cada componente del reloj con ruletas de acero y lo dispone sobre una mesa de manera ordenada, con vistas a que, en un futuro cercano, todos los elementos encajen. «No sabré si falta alguna pieza hasta que las monte todas, pero será lo más seguro. De todos modos, no importa, porque el reloj no va a funcionar, sólo se pretende que quede expuesto y recuperar la maquinaria», aclara. Si alguna pieza esencial para el montaje ha desaparecido, Ramos considera viable encargar a un taller local una réplica. «Piezas rotas no he encontrado, aunque sí desgastadas», añade. Mientras el relojero explica todas estas cuestiones, su periquito Pepe se pasea libremente sobre las piezas ya limpias y colocadas sobre la mesa. «Pepito, Pito», parece decir el animal, mientras su dueño, que sonríe embelesado, explica que el pájaro «te sigue como un perrito» y «habla». «Yo le enseñé, aprende sobre todo por la noche. Estas aves son capaces de retener hasta 500 palabras», asegura. Ramos, que se encarga del mantenimiento de varios relojes de ayuntamientos y torres de la Maragatería, calculó que, como muy tarde, el trabajo quedará rematado a principios del 2008. «Hay que encargar una mesa de madera de algo más de un metro de altura», precisó, ya que el Ayuntamiento preve exponer de forma permanente la maquinaria. «Ese reloj dejó de usarse en 1974, estaba muy gastado, y había que darle cuerda a diario, aunque últimamente mi padre había hecho cambios en él y aguantaba ocho días», explicó Ramón Díguele, actual encargado del reloj consistorial, que heredó de su padre, Hermenegildo Díguele, esta responsabilidad. «Fue un encargo personal suyo el que yo me ocupara del reloj, y lo voy a cumplir mientras pueda», precisó el relojero. Ambos profesionales coincidieron en señalar que la maquinaria en la que trabaja Ramos pertenece al segundo reloj que tuvo el ayuntamiento, y los dos dijeron desconocer cuál pudo ser el destino del primero, instalado, supuestamente, cuando fue construido el edificio consistorial. El reloj actual, frente al realizado en 1807, es mecánico -él solo se da cuerda-, de maquinaria más pequeña y con una autonomía de seis horas, aunque haya un corte de luz, apuntó Díguele. «Es una verdadera joya, de gran perfección, hasta el punto de que incluso el director de un centro de estudios de la Universidad de California vino a verlo hace unos días. Habría estado interesado en llevárselo a Estados Unidos si se lo hubiéramos vendido», apuntó el relojero, que añadió: «Es un cuadro de Dalí, pero en relojería, la última maquinaria de reloj de torre que hizo una empresa de Vitoria antes de cerrar». El complemento inseparable del reloj consistorial, desde sus orígenes, es la pareja de maragatos, llamados, según la leyenda, Juan Zancuda y Colasa. Los actuales, restaurados hace unos años, fueron encargados por Hermenegildo Díguele en aluminio a imagen y semejanza de los originales, de madera y plomo, dijo su hijo.

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