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La despedida a Tejerina resultó emotiva y multitudinaria

Publicado por
Ángel María Fidalgo - león
León

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Me enteré de tu enfermedad el sábado, en Astorga y apenas unos días después me llegaba la noticia de tu muerte. Y quiero decirte, Arturo, que desde la muerte de mi hermano Ernesto no había sentido tan cercano, tan profundo, tan desgarrador el dolor de la muerte. He asistido a tu funeral en la iglesia de Santa Marta, en una tarde con un cielo oportunamente nublado y gris, después de estos días soleados de febrero. Pero todavía no acabo de creer que te hayas ido para siempre. Ya han escrito que tu muerte supone la desaparición de un gran periodista de ejercicio y querencias astorganas. Pero para mi, Arturo, esta mala noticia tiene otros alcances porque, en realidad, yo no he perdido a un compañero sino, esencialmente, a un amigo que lo era, además, desde los años de juventud, que es cuando surgen esos sentimientos de amistad que luego duran toda la vida. Ahora cuando las lágrimas humedecen mi alma y mis ojos (por este orden) tengo que recurrir a la memoria para poder seguir escribiendo estas líneas, para recordar los años entrañables de nuestra juventud común, que iban, ¿te acuerdas? desde aquellos paseos interminables de domingo por las dos plazas astorganas hasta el Instituto, para nosotros Inema, donde el todavía recordado jefe de estudios, don Abelardo, se dedicaba a controlar la uniformidad de los chicos y el largo de falda de las chicas, estratégicamente situado debajo de las escaleras por las que se accedía a las aulas. Arturo, no sé si voy a ser capaz de aceptar tu pérdida. Tampoco sé si voy a poder pasear por Astorga en Navidad o durante las fiestas patronales de agosto, nuestras dos previsibles citas anuales, sin la posibilidad de volver a disfrutar de tu compañía, de nuestros recuerdos, de tu simpatía, de tu ingenio y de nuestra forma compartida de ver esta profesión que un día nos separó para llevarnos, a ti a la capital de España, al periodismo de sociedad y a la popularidad, y a mi, posiblemente, donde tampoco quería. Pero así es la vida. Y así la muerte. Ahora, Arturo, cuando estás más cerca de las estrellas, vas a tener que seguir ejerciendo de periodista para llevar a tu madre y a tus hermanos la noticia de la fortaleza que van a necesitar para soportar tu ausencia y a los que también te queríamos el mensaje de la serenidad que igualmente vamos a precisar para entender un hecho tan absurdo como que la muerte pueda llegar, cruelmente, en la plenitud de una vida. Como siempre, Arturo, mi amistad y mi admiración.