CARTA TE ESCRIBO
Ojalá que llueva
QUERIDO hermano: Aunque sea café, que el campo necesita mucha humedad y madre, recuerda, aprovechaba los posos del café para abonar aquellas melenas y cristalinas que tan hermosas estaban. Tal vez cuando recibas ésta ya abril nos haya regalado alguna regadura más para subir la moral de nuestros labradores; los de esta banda, que las nevadas que habéis tenido por ahí parece han remediado un tanto el panorama. Lo del trasvase al Carrión puede quedar minimizado, aunque la que ha armado la Espinosa con Montilla da para sacudir alfombras. Y es que los trasvases... Particularmente, hermano, sabes que estoy de acuerdo con que se realicen; que el agua es bien común, que debe ser aprovechada reteniéndola en numerosos y pequeños embalses para después repartirla equitativamente. Pero lo de la ministra, así tan de repente, no me mola; pues si hay café que sea para todos, no sólo para el que se los tiene amarrados al dentista del chiste. Porque hablando de trasvases aquí sabemos mucho; hay dos que nunca fueron contestados; entre otras cosas, quizás, porque eran otros tiempos y mejor estaba uno calladín. Tú no estabas, claro, cuando se hizo el primero de la historia de España, que fue en el Teleno de los petroglifos. Llegaron los romanos y como el Cabrera no daba abasto, liaron a los cabreireses; pico va, pala viene, espuerta que te cargas, martillo y cincel para la peña les hicieron pasar el agua del Eria a la cuenca del Cabrera. Trasvase que Dios te crió y arrimo a las Médulas, que allí tenían las pepitas, no de naranja precisamente. Calculo que cuando ocurrió andaría por aquí el padre de Poncio Pilato por lo cual éste salió tan aficionado al agua de jofaina que le presentaba la Jacinta a la que llevó de Puerta de Rey a Palestina, pues se le daba bien lo de la palangana. De todas las maneras, dicen malas lenguas que al progenitor se le daba mejor el amandi de Valdeorras que la fuente Carisia. El otro trasvase, poco conocido y sin embargo el primero de la provincia después de lo del Teleno, lo tenemos más cercano en el tiempo y en el espacio; y no veas qué buen apaño ha hecho este medio siglo largo. Porque la cosa fue por los años cuarenta; y ya me dirás quién se atrevía, entonces, a protestar en Villameca o más abajo. Pienso que los ingenieros que mandó Franco a construir ese pantanín proyectado medio siglo antes, ya tenían tras la oreja lo del cambio climático. Como bien sabes, habían pasado los tres años de guerra, tres de postguerra y estábamos inmersos en la pertinaz sequía. Así que con todos esos antecedentes y la torradera que se sufría desde Donillas a La Bañeza, de donde marchaban hasta los alacranes, dichos ingenieros se dijeron: Si ahora estamos así ¿qué será de estos pobrines dentro de sesenta años? Hagamos un trasvase para que cuando las lluvias se hagan remolonas, la nieve no deje aislados a los de Nistoso y los ríos anden flacos, aprovecharlo. Se plantaron en el Samario, construyeron una represa, abrieron un buen bujero que casi llega al Cueto de San Bartolo, y ahí está: el trasvase de Villameca del que casi nadie habla y tanto ha remediado. Nadie rechistó. A los omañeses les sobraba agua y les faltaba vino; así que cargaban su carro de patatas y centeno, bajaban a la paramera y trocaban su mercancía por buenos pellejos de híbrido, a lo más Prieto Picudo, gloria para sus gaznates; que un traguín de aquel rasposo clarete con trucha del Samario, gloria bendita. Y si no pregúntale a los de La Garandilla. Por tanto, hermano, que llueva café, con permiso de Guerra el cantos, no el cantante; y si no hay café que sea agua aunque venga de trasvases. Porque, querido, si hay agua aunque sea trasvasada habrá café para todos. Díselo a Espinosa.