Sacan a Mayo, florido y hermoso
La Naturaleza desemboca en la más gratificante de las épocas de actividad: el mes de mayo. Es entonces cuando el cuco lanza su pregón y se celebra el rito de colocar un muñeco en la plaza
Cuando el cuco canta. Una vez superados los largos fríos mesetarios, en que la vegetación parece muerta, y llegado el benéfico influjo de los anuncios abrileños, la Naturaleza desemboca en la más gratificante de las épocas de actividad viviente: el mes de mayo, siempre magnificado por poetas y folkloristas. Es entonces cuando el simpático cuclillo o cuco, lanza a los aires su alegre pregón. Hasta tal punto ha servido de referencia este mensaje del cuculos canorus , que en gran parte de Europa se le pone un plazo muy determinado al período de su canto intermitente, y en nuestras montañas hasta se fija el día que tiene que comenzar: «si el cuco no canta/ «pal» veinte de abril/ o se ha muerto el cuco/ o viene la fin/». Y ante la verde explosión de la madre Naturaleza, unida al variado cromatismo de sus campos, estalla también el buen humor de quienes han estado o están, en la permanente servidumbre de esos campos, ayer inhóspitos por sus fuertes escarchas, y hoy amorosos y mullidos con el augurio de felices cosechas. Ramos, cruces, «mayos» y «mayas», rogativas, fiestas de primavera, y un largo etcétera de manifestaciones lúdicas, forman el variado mosaico que la tradición ha dejado unida al quinto mes del año. Pinar El Mayo Cada vez con menos frecuencia, por la invasión urbana de las costumbres campesinas, se participa en este rito secular que tenía lugar el 30 de abril o primero de mayo. La mocedad, con la sangre ya alterada por la primavera, tenía necesidad de hacer patente su contento y lo manifestaba públicamente «pinando» el mayo. Ya en el año 1611, el gramático Sebastián Covarruvias en su histórico diccionario Tesoro de la lengua castellana , lo define de esta manera: «Mayo suelen llamar en las aldeas a un olmo desmochado con sólo la cima, que los mozos zagales suelen el primer día de mayo poner en la plaza, o en otra parte, y por usarse en aquel día se llamó mayo, y así decimos al que es muy alto y enjuto, que es más largo que mayo, entiéndase de este árbol y no del mes, pues otros meses traen tantos días como él». Traemos esta cita como demostración de algo muy consolidado en el tiempo, no en vano algunos autores sitúan esta costumbre en épocas romanas. Lo que está claro, y existen abundantes testimonios para demostrarlo, es que el «mayo» por extensión, ha quedado como símbolo de verticalidad, y es frecuente oír frases en las que para indicar la tendencia de las personas a ir erguidas se oye: «ése va más tieso que un mayo». Y como las cosas cotidianas, terminan personalizándose, aparecen también con el tiempo las «mayas», que en toda la geografía española son aceptadas como muchachas ataviadas con profusión de flores, y que coincidiendo con su masculino de origen aparecen en las mismas calendas con el fin de pedir por las puertas de la vecindad y a los transeúntes, usando en algunos lugares -el coro de amigas que la acompañan- la siguiente cantinela: «¡Un cuartito para la maya/ que no tiene ni manto ni saya!», más tarde repartían el dinero para mercar golosinas, no sin antes contribuir «a la cera que arde ante la Virgen del mes de mayo»-. Por otra parte, con el tipismo que los leoneses conocemos aún, se celebra el llamado «Ramo», cuyo origen está entroncado directamente con los adornos del mayo, y que también por extensión, pasó a ser simbólico de bodas y noviazgos anunciados. En el acto 1º de la comedia de Lope de Vega, «Con su pan se lo coma», que se desarrolla en el campo leonés aparece un villano llamado Tomé, que describe los preparativos que se hacían para celebrar el primero de mayo «con toros, sortijas y corridas de yeguas». En el mismo acto, se fingen los preparativos de casamientos de «mayos y mayas», con sabrosos diálogos que no podemos reproducir por razones de espacio. Todavía en el primer tercio del siglo pasado -hasta la Guerra Civil- seguía manteniéndose en La Bañeza la costumbre de estas comedias protagonizadas por mayos y mayas, que terminaban en boda rumbosa. Las rogativas Como veníamos diciendo, el mes de mayo ha sido muy receptivo en todas cuantas manifestaciones estén ligadas al renacer de la vida, al amor y al parto de los campos. Por esa razón el agua, como fuente y origen universal de esa vida, viene siendo pedida con insistencia por los atribulados campesinos en tiempo de sequía, lo que ha dado lugar a la institucionalización de Las Rogativas. No sería de extrañar, por la fuerte sequía que venimos padeciendo este año, que esos «Procuradores de la Tierra», que en número de trece se reúnen en estos años secos para «votar la Virgen», decidiesen la salida y regreso de nuestra Virgen de Castrotierra para acudir procesionalmente, desde su santuario mariano del Castro a pedir los favores de la lluvia, en su viaje de ida y vuelta a la catedral de Astorga con el rito de los nueve días en la Seo asturicense. Como casi todas estas manifestaciones nacidas de una necesidad consustancial a la vida del hombre, su origen se remonta a épocas precristianas, y estas prácticas se venían realizando con ritos paganos que el cristianismo supo aprovechar en su favor sin dejar por ello de asentarlos en el sustrato primitivo. Los matices cristianos fueron casi siempre acompañados del inevitable cambio de fetiches pasivos e ídolos programados, por la virgen local o el santo patrono o protector de la parroquia o comarca. Fotografías: Los populares «mayos» de Jiménez de Jamuz, que cada año renuevan al llegar el mes de las flores. (Fot. Enrique Alonso) Cuando el cuco canta. Una vez superados los largos fríos mesetarios, en que la vegetación parece muerta, y llegado el benéfico influjo de los anuncios abrileños, la Naturaleza desemboca en la más gratificante de las épocas de actividad viviente: el mes de mayo, siempre magnificado por poetas y folkloristas. Es entonces cuando el simpático cuclillo o cuco, lanza a los aires su alegre pregón. Hasta tal punto ha servido de referencia este mensaje del cuculos canorus , que en gran parte de Europa se le pone un plazo muy determinado al período de su canto intermitente, y en nuestras montañas hasta se fija el día que tiene que comenzar: «si el cuco no canta/ «pal» veinte de abril/ o se ha muerto el cuco/ o viene la fin/». Y ante la verde explosión de la madre Naturaleza, unida al variado cromatismo de sus campos, estalla también el buen humor de quienes han estado o están, en la permanente servidumbre de esos campos, ayer inhóspitos por sus fuertes escarchas, y hoy amorosos y mullidos con el augurio de felices cosechas. Ramos, cruces, «mayos» y «mayas», rogativas, fiestas de primavera, y un largo etcétera de manifestaciones lúdicas, forman el variado mosaico que la tradición ha dejado unida al quinto mes del año. Pinar el mayo Cada vez con menos frecuencia, por la invasión urbana de las costumbres campesinas, se participa en este rito secular que tenía lugar el 30 de abril o primero de mayo. La mocedad, con la sangre ya alterada por la primavera, tenía necesidad de hacer patente su contento y lo manifestaba públicamente «pinando» el mayo. Ya en el año 1611, el gramático Sebastián Covarruvias en su histórico diccionario Tesoro de la lengua castellana , lo define de esta manera: «Mayo suelen llamar en las aldeas a un olmo desmochado con sólo la cima, que los mozos zagales suelen el primer día de mayo poner en la plaza, o en otra parte, y por usarse en aquel día se llamó mayo, y así decimos al que es muy alto y enjuto, que es más largo que mayo, entiéndase de este árbol y no del mes, pues otros meses traen tantos días como él». Traemos esta cita como demostración de algo muy consolidado en el tiempo, no en vano algunos autores sitúan esta costumbre en épocas romanas. Lo que está claro, y existen abundantes testimonios para demostrarlo, es que el «mayo» por extensión, ha quedado como símbolo de verticalidad, y es frecuente oír frases en las que para indicar la tendencia de las personas a ir erguidas se oye: «ése va más tieso que un mayo». Y como las cosas cotidianas, terminan personalizándose, aparecen también con el tiempo las «mayas», que en toda la geografía española son aceptadas como muchachas ataviadas con profusión de flores, y que coincidiendo con su masculino de origen aparecen en las mismas calendas con el fin de pedir por las puertas de la vecindad y a los transeúntes, usando en algunos lugares -el coro de amigas que la acompañan- la siguiente cantinela: «¡Un cuartito para la maya/ que no tiene ni manto ni saya!», más tarde repartían el dinero para mercar golosinas, no sin antes contribuir «a la cera que arde ante la Virgen del mes de mayo»-. Por otra parte, con el tipismo que los leoneses conocemos aún, se celebra el llamado «Ramo», cuyo origen está entroncado directamente con los adornos del mayo, y que también por extensión, pasó a ser simbólico de bodas y noviazgos anunciados. En el acto 1º de la comedia de Lope de Vega, «Con su pan se lo coma», que se desarrolla en el campo leonés aparece un villano llamado Tomé, que describe los preparativos que se hacían para celebrar el primero de mayo «con toros, sortijas y corridas de yeguas». En el mismo acto, se fingen los preparativos de casamientos de «mayos y mayas», con sabrosos diálogos que no podemos reproducir por razones de espacio. Todavía en el primer tercio del siglo pasado -hasta la Guerra Civil- seguía manteniéndose en La Bañeza la costumbre de estas comedias protagonizadas por mayos y mayas, que terminaban en boda rumbosa. Como veníamos diciendo, el mes de mayo ha sido muy receptivo en todas cuantas manifestaciones estén ligadas al renacer de la vida, al amor y al parto de los campos. Por esa razón el agua, como fuente y origen universal de esa vida, viene siendo pedida con insistencia por los atribulados campesinos en tiempo de sequía, lo que ha dado lugar a la institucionalización de Las Rogativas. No sería de extrañar, por la fuerte sequía que venimos padeciendo este año, que esos «Procuradores de la Tierra», que en número de trece se reúnen en estos años secos para «votar la Virgen», decidiesen la salida y regreso de nuestra Virgen de Castrotierra para acudir procesionalmente, desde su santuario mariano del Castro a pedir los favores de la lluvia, en su viaje de ida y vuelta a la catedral de Astorga con el rito de los nueve días en la Seo asturicense. Como casi todas estas manifestaciones nacidas de una necesidad consustancial a la vida del hombre, su origen se remonta a épocas precristianas, y estas prácticas se venían realizando con ritos paganos que el cristianismo supo aprovechar en su favor sin dejar por ello de asentarlos en el sustrato primitivo. Los matices cristianos fueron casi siempre acompañados del inevitable cambio de fetiches pasivos e ídolos programados, por la virgen local o el santo patrono o protector de la parroquia o comarca.