CARTA TE ESCRIBO
A la espera
QUERIDO HERMANO: A la espera nos ponemos. No para cazar las liebres como hacían los abuelos en tiempos de las nevadonas, aunque también, por si algo cae. Nos ponemos a la espera a ver si pasa este temporal de crisis que nos está poniendo al revés como los calcetines y a punto del soponcio. A la espera de esa petición -el cencerro de Nolete la ha calificado de absurda- que ha partido de algunos círculos leoneses, solicitando que sea devuelto al Manuscrito de Astorga que allá por el primer tercio del siglo XVII escribiera aquel canónigo astorgano, Juan de Bergara. Hijo de cerero, Juan aprendió de joven el oficio del padre, y con buenos caudales en la faltriquera, engrosados con las rentas de la canongía se dedicó un tanto a vivir de las rentas y a contemplar cómo, cuándo y por qué las truchas del río Duerna entraban al cebo; pateaba también las «tablas» pesqueras que tenía el marqués de Astorga en varios puntos y acaso compartieron la afición por el anzuelo, no sé. Si hubiere lugar a la reclamación del Manuscrito, hermano, ¿quién tiene más derecho, León o Astorga? El camino que siguió para llegar a la familia Franco es bien conocido; la esplendidez de una Diputación que tiraba con pólvora ajena; otros pasos son conocidos, pero habría que averiguar el camino que el Manuscrito realizó desde la plaza Mayor de Astorga, donde residía Bergara, hasta las manos del mecenas y filántropo leonés Julio del Campo. Porque uno cree, y no sé si cree bien, que de tener algún destino final, de haber devolución, que esa es otra, sería la Casa Consistorial de Astorga, o tal vez el Archivo Diocesano de esta misma localidad, por aquello de la identidad clerical del autor y su canonicato. Digo. A la espera andan los vecinos de la comarca de la Cepeda, más los de Sopeña de Carneros, con el futuro del puente de hierro sobre el Tuerto. Vete a saber cuándo le tocará, pues acondicionado como está el vial que decimos de Pandorado -después de años mil-, las expertas mentes de la Junta ni habían decidido sobre el paso del río y la estrechez del viejo puente. Están ahora con el proyecto y estudio del presupuesto del nuevo viaducto, y a vueltas con el traslado del viejo para su conservación; que eso sí hay que agradecérselo por no convertirlo en chatarra como hicieron con el de Castrocontrigo. Que permanezca donde está como quieren los vecinos de Sopeña, o que sea trasladado unos metros aguas abajo y sirva de lugar de recreo y esparcimiento para los bañistas, da lo mismo; lo importante es su conservación como símbolo de una época y buscar la fórmula para mejorar la circulación y seguridad del tránsito. Y a la espera, querido, estamos en Astorga. Sobre ascuas nos tiene la crisis que nos inunda que parece ha afectado sobremanera al Proyecto Lyda, ojito derecho y objeto de los sueños de Perandones. Le quedan tres años por delante y mucho me temo que no va a ver cumplido su deseo antes de retirarse a los cuarteles de invierno, cosa que se ve venir. No obstante, quedará satisfecho si allá para el 2011 el proyecto queda encauzado y con las obras realizadas en un porcentaje adecuado. Juanjo que a veces da la impresión de ser un crédulo, mantiene las esperanzas ¿intactas? en las promesas de sus correligionarios y esa aprobación del presupuesto integral, que a veces nada quiere decir, como bien sabes. La decepción la hemos sufrido la mayoría con esos 100.000 raquíticos euros, lo cual hace subir la desesperanza. El alcalde le quita hierro a esa decepción y no quiere echar leña al fuego, no sea que con ello se apague el poco rescaldo que existe. Así que, hermano, nos quedamos pacientes esperando los acontecimientos.