| Reportaje | Emblema del Reino de León |
Paredes que rebosan historia
El palacio pasó del esplendor de los Quiñones a las ruinas y el olvido institucional, hasta llegar a las manos del leonés Fernando Geijo
redacción
La casona de Riolago, es sin duda uno de los edificios más emblemáticos y con mayor significación histórica de la comarca de Babia. Entre sus paredes se conserva el primer rastro de los Quiñones, un linaje esencial en la historia del reino de León. Las obras del Palacio se iniciaron en 1512 por orden de Suero Pérez de Quiñones, casado con María Álvarez de Rabanal. De aquella época se conserva la muralla, y la portada rematada con un escudo de la famila. El resto de la construcción data del siglo XVI y se levanta sobre la traza del anterior edificio. Se contrustruye una casa principal de mil metros cuadrados, con un solar de dos mil y un patio de armas de otros mil. En la segunda mitad del siglo XIX, los Quiñones acompañaron a Isabel II a su exilio en Francia, donde ejercieron como ministros y embajadores, cargos a los que accedieron gracias a su amistad con Alfonso XII y XIII. Por este motivo, vendieron todas su propiedades de Riolago, Omaña, Sahagún y León, y se llevaron el archivo histórico, finalmente devuelto a León tras muchas gestiones. El palacio de Riolago fue comprado por las familias Miranda-Carballo.
El 22 de julio de 1915, el inmueble fue pasto de las llamas, tras un demoledor incendio, que lo dejó totalmente destrozado y sumido en el olvido. Tras la Guerra Civil, en 1936, Octavio Carballo lo vendió a varias familias, hecho que no lo sacó del abandono, hasta que en 1977, cuando el futuro inmediato del conjunto monumental era formar parte de una urbanización de lujo en Madrid, lo compró Fernando Geijo, que inició una remodelación total, sin ningún tipo de subvención, que le llevó a conseguir ser declarado, en 1980, monumento nacional, y a obtener el Premio Europa Nostra. Durante veinte años, el palacio estuvo abierto al público como museo. El 1997, comenzaron las conversaciones con la Junta de Castilla y León, interesada en adquirir el inmueble. Finalmenmte, en 1999 se cerró la operación por la que Fernando Giejo recibió 80 millones de pesetas, por las edificaciones, mientras que cedió gratuitamente la portada, la muralla y el patio de armas, así como los cientos de bienes (muebles, cuadros, relojes y las esculturas de la capilla) que poblaban el palacio, con la única condición de que con ello se diera mayor servicio a la sociedad. Después de casi ocho años cerrado, la Consejería de Medio Ambiente lo recupera para destinarlo a ser la futura casa del parque de Babia y Luna.