Diario de León
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León

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QUERIDO hermano: Para una vez que me desplazo a León -”no precisamente al dentista-” nos coinciden actos culturales a la misma hora. No podía faltar -”como razón primordial fue la primera invitación llegada-” a la presentación del libro

, de Fernando Alonso, como obsequio navideño de la Hullera.

Ya me contó el alcalde Perandones que tu andabas por el auditorio explicando a cuantos quisieran escuchar que las obras que iba a interpretar la Filarmónica de Málaga eran del astorgano Evaristo Fernández Blanco. Si Juanjo estuvo de música, Luis Álvarez lo representó en el hostal donde departí con él vino y tapa; sí, con ganas me quedé de complacer a Daniel pero, todavía, no tengo el don de la ubicuidad.

Porque querido ese mismo día 12, a la misma hora, tenían programados en Astorga otros dos actos culturales, con invitaciones para ambos; Akrón presentaba la novela

, de Martínez Oria, a quien sabes cuánto aprecio. Y en el salón de sesiones del ayuntamiento astorgano se cerraba el ciclo napoleónico, después del fragor de la batalla, con una conferencia del general Sánchez de Toca. Tengo leída su magistral tesis doctoral sobre los sitios de Astorga y me hubiera gustado estar allí también. Ya sabes: días de mucho, vísperas de nada.

A quien encontré fue a Nolete, que hacía días no lo topaba por parte alguna. Soliviantado lo vi, desazonado y con un cabreo de tres pares a cuenta de esas 65 horas semanales que quieren endilgar a los trabajadores. Entre eso y los favores -”como si fuera la Dolores de la copla-” que Zapatero hace a los banqueros y bancarios, hasta el tercer grado familiar, Nolete está que trina... Razona él, y pienso que razona bien, que con estos tejemanejes lo único que se sacará en limpio será más paro; según su teoría, que veo acertada, con una jornada laboral de cinco horas diarias sería suficiente; y fíjate los puestos de trabajo que podrían crearse, a la vez que todos disfrutaríamos de un tiempo extra de ocio.

Lo dice Nolete; estos bisoños ni pajolera idea. Porque lo de las 65 horas lo tenemos nosotros superado con matrícula. No te digo nada los que se tiraban todo el año en el pueblo; de honor era la suya.

Recuerda hermano, y que tomen nota estos nuevos brujos de la economía y del mundo laboral. Recuerda ¿cuántos días te levantabas a las tres de la mañana para ir al acarreo? Si es que saben lo que era el acarreo; eso habiéndote acostado, como le ocurría al resto de los vecinos, a las 12 de la noche, si había suerte.

Total y en definitiva que las 65 horas nos las ventilábamos en el pueblo en tres jornadas y aún quedaban otras cuatro por delante, porque el domingo había que pasarlo al pie de la presa, único día que los de arriba dejaban escurrir el agua; que así se lo dijo aquel gobernador Ameijide al cura de Posadilla cuando fue a reclamar descanso dominical para sus feligreses. Hecha la cuenta, querido, y para no asustar a estos nuevos programadores, le pongo nada más que las 15 horas diarias que bien las rebasábamos, con lo cual a ojo de buen cubero, con amplitud superábamos la centena semanal.

En aquel entonces no había paro en pueblo, quiá; pero cada uno se marchó como pudo para huir de tal horario que no era de sol a sol, sino de estrella a estrella; y ahora nos vienen con estas mandangas. Di que como hemos pasado, desgraciadamente, la lindera de la jubilación, Nolete aseguró el muy endino que tal disparate se la traía floja. Le cabrea más lo de esos banqueros estafadores americanos que se han reído de los españoles estafados. Y ahora quieren que todos paguemos la compostura. Pues sabes, hermano, que se apliquen el cuento de aquel reloj

de la niña que llevaron al relojero. Y éste contestó a la madre de la criatura: «Señora, esto no lo arreglo yo; que se lo arregle su novio, que fue quien se lo rompió». Pues eso.

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